Pregúntale al polvo

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

LUISA GONZALEZ | REUTERS

29 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado miércoles 24 de agosto, en una excelente página de La Voz firmada por Héctor J. Porto, se daba cuenta del nuevo libro del viejo John Fante. Se titula Hambre y presenta una colección de varios textos publicados aquí y allá por el autor estadounidense. Me enternece que Fante siga existiendo casi cuarenta años después de su fallecimiento. Se murió ciego, como Borges y Joyce y Homero y Max Estrella. Este último todavía vaga por las calles de Madrid soportando el tedio de la actualidad. A Fante lo torturaba el tedio. A lo largo de toda su vida luchó desesperadamente para desprenderse de él. Sus textos, en especial las novelas que protagoniza su alter ego Arturo Bandini, son un modo de huir de la mediocridad reinante. Pregúntale al polvo es sin lugar a dudas su mejor novela. Pero todo en John Fante roza la originalidad y los modos de decir diferenciados. Sobrio, elegante y, paradójicamente, emocional y conmovedor. Hablaba de las desgracias que rodeaban su vida (o la de sus personajes) con distancia pero con apego. Leer a Fante ha sido uno de los grandes placeres que me ha proporcionado la literatura. Lo resucitó Bukowski y gracias a él hemos podido gozarlo. Dicen que inauguró el realismo sucio. Creo que la etiqueta le viene mal a Fante. Su prosa, contenida y brillante, está por encima de autores que gozaron de mayor éxito, de Carver a Richard Ford. Recordar a Fante es regresar al presente, tan tedioso como aquel que relataba el creador de Arturo Bandini. Todo es polvo, principalmente la política. Carece de arraigo (sutileza o talento) y con ella, y por encima de ella, se está creando un panorama desolador.

Este agosto, que ya decae, todo ha sido polvo. Desde la sequía a los incendios. Y todo también lo ha enfangado la política. No recuerdo, en muchos años, un instante político más agrio que este que vivimos. Todo un Gobierno, el presidido por Pedro Sánchez, se ha puesto en candelero con una retahíla de insultos impropios de gentes cultivadas. El objetivo era Feijoo. Desde mentiroso a sectario e incompetente. También le han llamado ignorante o «vago en conocimientos». Estas apreciaciones zafias no las ha realizado un segunda espada, sino ministros. Los que nos gobiernan. Parece que todos respondieron a un reflejo pavloviano y al unísono se han puesto manos a la obra. La obra no es una novela, como las que escribió John Fante, sino un espejo de la bajura a la que ha llegado la política. El ejemplo que con estas calificaciones se está ofreciendo a la ciudadanía es aciago y ominoso. Es el antónimo perfecto de lo que debe significar, denotar o simbolizar la política. No es una cuestión partidaria. Ni siquiera ideológica. Es, sencillamente, un asunto relativo a la gentileza y al civismo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Lo ignoro. Solo se me ocurre releer a Fante. Yo también le preguntaré al polvo.