Nicaragua: llueve sobre mojado

OPINIÓN

Jorge Torres | EFE

24 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Para frenar la deriva nicaragüense, ¿tiene más eficacia un pronunciamiento papal fuerte que una fina gestión de la diplomacia vaticana? No es fácil responder a esta pregunta, no me gustaría estar en la piel del papa Francisco. Aun así, me atrevo a decir que considero que el papa debe levantar su voz e ir mucho más allá de las palabras que pronunció el domingo en el Ángelus. Daniel Ortega no entiende de finuras diplomáticas.

La detención del obispo de Matagalpa el viernes pasado, de madrugada y tras llevar dos semanas retenido por la policía en la curia episcopal con parte de su equipo de colaboradores, debe suponer un punto de inflexión en la situación política y social de Nicaragua y en cómo contribuimos desde fuera a la sanación de una situación que conduce a la creación de una nueva dictadura en Latinoamérica.

El delito de monseñor Rolando Álvarez ha sido mantenerse firme en decir la verdad de lo que ve. Daniel Ortega y su mujer lo que buscan desde hace meses es silenciar las voces discrepantes y llenar de miedo el país; no dudaron ni tan siquiera en expulsar a las monjas de la Madre Teresa de Calcuta para demostrar que son ellos y solo ellos los que mandan, todo con el único objetivo de perpetuarse en el poder: tratan de imponer una dictadura que nada tiene que envidiar a la de Somoza, contra la que el sandinismo —que Ortega ha traicionado— y buena parte de la Iglesia nicaragüense combatieron hace 40 años.