Pacto del agua, un reto inaplazable
OPINIÓN
El pasado día 2 de agosto, únicamente en una de las 16 cuencas hidrográficas en las que se divide nuestro territorio el porcentaje de ocupación de los embalses era superior a la media de los últimos diez años. Esa cuenca es la del Júcar. Se está produciendo una situación peculiar e inversa a los episodios históricos de sequía ocurridos en la Península Ibérica, en los que los problemas de escasez en la reserva de los recursos hidráulicos se concentraban en las cuencas mediterráneas, frente a unas cuencas atlánticas en mejor situación. El escenario es especialmente preocupante en la cuenca del Guadiana, con un porcentaje de ocupación del 26,2 %, frente al 58,3 de media.
La situación es dramática, nadie lo cuestiona. Una realidad que, siendo mala en los sistemas de explotación que cuentan con embalses, lo es mucho más en aquellos que se suministran desde ríos que no disponen de un embalse aguas arriba del punto de captación, resultando absolutamente insostenible en el caso de captaciones en manantiales, pozos o pequeños regatos. Un contexto preocupante que, por desgracia, empeorará en los próximos meses, puesto que las previsiones no apuntan cambios en la configuración meteorológica. No podemos descartar ningún escenario, por extremo que nos pueda parecer. Baste señalar que en el pasado mes de julio la lluvia media registrada en la red de pluviómetros de la Península Ibérica ha sido la segunda más baja desde el año hidrológico 80-81 (en aquel año, 5,7 mm., frente a 5,8 mm. este).
El agua es indispensable para la vida y esencial para el desarrollo económico. Constituye un bien insustituible y es clave para mantener nuestro progreso y actividad económica. Vemos cómo actividades productivas tienen que parar como consecuencia de la falta de agua, provocando un impacto negativo en el empleo y en la generación de riqueza (Ence en Pontevedra). Las medidas de ahorro afectan a un sinfín de actividades y empeora nuestra calidad de vida. Los regadíos, prácticamente todas las actividades industriales y nuestra vida diaria depende de la disponibilidad del agua. Debemos, pues, actuar, y lo debemos hacer ya.
Es imprescindible llegar a un pacto que permita trabajar en el diseño de una política nacional, de largo recorrido, ajena al ciclo político, así como a los legítimos intereses partidistas y territoriales. Trabajar en esa dirección se hace más necesario que nunca, especialmente porque estamos ante una problemática que exige, en primer lugar, la búsqueda de consensos y, después, procedimientos y tramitaciones prolongadas. Un pacto amplio, soportado por el trabajo y la implicación de todos los sectores afectados, así como de los profesionales de la ingeniería y el medio ambiente que trabajen en la definición de unas líneas estratégicas que nos permitan garantizar nuestra supervivencia y que tenga en cuenta todos los escenarios climáticos.
España cuenta con unos recursos hidráulicos disponibles similares al resto de los países de Europa, principalmente por la existencia de un importantísimo número de embalses que han cambiado la dinámica fluvial y que, sin duda, han generado un significativo impacto medioambiental, modificando el paisaje de algunos de nuestros ríos y sacrificando, en no pocos casos, algunos de nuestros espacios fluviales de mayor belleza y valor. No obstante, la existencia de esas reservas se ha demostrado vital en períodos de prolongados déficits como los que estamos viviendo. Resulta esencial mejorar el uso de las reservas embalsadas, buscar recursos adicionales, optimizar el uso a través de la eliminación de pérdidas en las redes y de la mejora de los regadíos, generar una cultura del ahorro, mejorar la depuración de nuestras aguas y aprender y aplicar las técnicas existentes en el mundo.
Generosidad, altura de miras, visión a largo plazo y priorizar el interés general serán sin duda claves para lograrlo.