Cómo acabar con la vergüenza

Flor Lafuente
Flor Lafuente COMUNICADORA Y CONSULTORA EN BIENESTAR Y FELICIDAD BASADA EN LA PSICOLOGÍA POSITIVA

OPINIÓN

Ana Garcia

22 ago 2022 . Actualizado a las 17:18 h.

Todos somos raros o estamos un poco perturbados. Y en un mundo de modelos irreales y aspiraciones imposibles deberíamos recordarlo más seguido: la perfección no existe. Vivimos avergonzados por todo: el cuerpo, el sexo, la falta de originalidad, lo que tenemos, lo que nos falta. Nos avergüenza el hecho de existir. ¿Por qué no podremos hacerlo mejor, tener más gracia? Este sentimiento de que nuestro ser es un error nos paraliza y nos aísla. Sentimos odio hacia nosotros mismos. No somos lo suficientemente buenos.

“Vergüenza es robar”, dice el dicho popular. Y, de hecho, la vergüenza es una emoción que puede evitar que nos vayamos sin pagar de un restaurante. Hacer algo mal produce culpa, pero avergonzarnos por no tener un cuerpo escultural es peor que ser culpables por una mala conducta. Como dijo Paul Ekman, uno de los psicólogos más respetados del siglo XX, la culpa y la vergüenza pueden desgarrar a una persona en direcciones opuestas. “El deseo de aliviar los sentimientos de culpa puede motivar una confesión, una buena acción. Pero el deseo de evitar la humillación de la vergüenza puede inmovilizarnos.”

¿Cuántas mujeres sufren por su cuerpo y no disfrutan de la intimidad por medirse con los criterios tiránicos de la publicidad o de las influencers de Instagram? La vergüenza existe frente a la mirada del otro, surge de nuestro deseo de ser amados y aceptados. Para entender los factores individuales que podrían habernos conducido a esa vergüenza disfuncional debemos reconocer primero que sufrimos la enfermedad.

Es probable que la raíz del problema esté en la infancia: padres, cuidadores o traumas que socavaron nuestra autoestima cuando apenas la estábamos construyendo. Sea como fuere, lo importante ahora es volver a levantarla con amabilidad y amor hacia nosotros mismos. Entre los tratamientos terapéuticos para esta enfermedad está el enfoque de la resiliencia a la vergüenza que ayuda a indagar en sus causas y cultivar sentimientos opuestos como empatía, conexión con otros, poder y libertad. No significa decirnos frases positivas mientras nos miramos al espejo con hipocresía. Se trata de desarrollar estas fortalezas con nuevos hábitos de comportamiento. Por ejemplo, cultivar la conexión con otros demandará que aprendamos a relacionarnos con los demás de nuevas maneras.

Otros tratamientos incluyen la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a identificar pensamientos, sentimientos y comportamientos irracionales y a refutarlos, y la exposición gradual y sistemática a situaciones que desencadenan la vergüenza. Este último abordaje apunta a disminuir la ansiedad al tratar la vergüenza en su propio contexto. Si nos avergüenza hablar en público, la práctica de hablar comenzará en un ambiente seguro, con personas de nuestra confianza, y no en un escenario.

No todos los tratamientos funcionan en todos los casos, pero todos elevan nuestro nivel de conciencia sobre los parámetros irreales que propone la sociedad. Cuando ataque la vergüenza, recuerda: nadie, pero nadie, es perfecto ni normal.