Sobre las quemaduras solares

Eduardo Fonseca Capdevila JEFE DE SERVICIO DE DERMATOLOGÍA DEL COMPLEJO HOSPITALARIO UNIVERSITARIO DE A CORUÑA

OPINIÓN

María Pedreda

05 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La quemadura solar es consecuencia del efecto de la radiación solar sobre la piel o las mucosas. Ocurre cuando la cantidad de radiación recibida supera la capacidad de resistencia del organismo, por lo que dos personas, en las mismas circunstancias, una puede sufrir quemaduras y la otra no y, en caso de padecerlas tener muy distinta gravedad.

Por lo tanto, el famoso aforismo griego «conócete a ti mismo» es perfectamente aplicable a las quemaduras solares, ya que saber el tipo de piel que se tiene es crucial para evaluar el riesgo. Como es lógico, cuanto menos pigmentada está la piel mayor es la probabilidad de quemarse. Otros factores personales de tipo genético y diversas enfermedades también pueden aumentar la vulnerabilidad.

Aparte de las características del individuo, la intensidad de la radiación, la duración de la exposición y el entorno en que se produce son determinantes de la quemadura solar y de su intensidad. Sobre el entorno, podemos recordar el efecto de la nieve, la arena, el agua e incluso la hierba, reflejando o refractando la luz solar, o la existencia de nubes o viento, que atenúan la sensación térmica y disminuyen la reacción de alarma del organismo.

Otro elemento de esta ecuación son las medidas de protección que se adopten y la acción de sustancias fotosensibilizantes aplicadas o ingeridas, entre las que se encuentran muchos medicamentos.

¿Qué hacer pues? Lo más sensato es seguir la recomendación del poeta romano Juvenal: moderación y autoconocimiento. Adaptarse a lo que su fototipo de piel le permite y saber si padece alguna enfermedad o sigue algún tratamiento que exige precauciones adicionales.

Las medidas para disminuir la radiación recibida son bien conocidas: evitar la exposición intencionada o no exponerse a las horas centrales del día, utilizar medidas de protección (ropa, sombrillas, fotoprotectores físicos o químicos), tener en cuenta el efecto de la reflexión y la refracción, no dejarse sorprender por días nubosos o con aire, y menos aún quedarse dormido expuesto al sol.

Cuando se produce una quemadura leve es conveniente refrescar la piel con agua fría o mediante baños, aplicar una crema emoliente, beber agua abundante y, si es necesario, tomar un analgésico. Se evitará la exposición solar hasta la recuperación total y se protegerá en lo sucesivo la zona quemada. En los casos graves, debe consultarse a un médico.

No debemos olvidar que la quemadura solar es un episodio agudo, de muy diversa gravedad, pero que, además, incide negativamente en el envejecimiento cutáneo y genera riesgos de cáncer cutáneo a largo plazo. Los niños y los adolescentes son el grupo de edad en el que es más critica la prevención de neoplasias relacionadas con quemaduras solares.