Ahora que la inflación campa a sus anchas

manel antelo PROFESOR DE ECONOMÍA DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

01 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que la inflación está a la orden del día se imponen medidas drásticas para atajarla. Y esas medidas —las que sean— anticipan un retroceso económico y un mayor nivel de paro. Porque la inflación y el desempleo pueden comportarse de forma desacompasada como lo hacen Ana y Hugo, dos hermanos pequeños con ritmos vitales de descanso nocturno poco sincronizados. Ana rompe a llorar, los padres acuden a consolarla y, en el intento, comentan en voz baja la mejor estrategia para ello. Tras conseguir que se vuelva a dormir, respiran aliviados y levantan el dedo en señal de victoria; sin embargo, han pasado por alto que su diálogo, mientras calmaban a Ana, ha aligerado el sueño de Hugo, quien por cierto tampoco es que duerma profundamente. Así que al poco de haberse dormido Ana, empieza a llorar Hugo. Toca tranquilizarlo y, cuando los padres lo consiguen, Ana vuelve a despertarse. Agotador, ¿verdad? 

La inflación y el desempleo son dos problemas que se comportan, básicamente, como lo hacen estos dos hermanos. Para calmar uno puede ser necesario agravar el otro. Aceptando que la masa monetaria (el dinero en circulación) provoca a corto plazo un efecto real sobre la economía, lo que toca ahora es retirar dinero del sistema. Después de mantener, durante mucho tiempo, los tipos de interés en niveles extremadamente bajos y adquirir deuda pública a mansalva, lo cual ha inyectado ingentes cantidades de dinero en las economías europeas, el BCE se ve en la necesidad de cambiar de estrategia. Por una parte, aumenta el tipo de interés y, por otra, deja de financiar a los Estados en el mercado secundario de deuda, lo cual acentuará la subida de tipos. Así, las empresas invertirán menos y el Gobierno subirá impuestos, lo cual hará que las familias y las empresas reduzcan su contribución a la demanda y una menor demanda hará bajar los precios. Pero claro, los tiempos que se avecinan para la inversión y el empleo no son muy halagüeños.

Es decir, para conseguir el objetivo de bajar la inflación a niveles tolerables tenemos que aceptar un deterioro de las condiciones económicas y una mayor tasa de paro. Esta relación entre lo monetario y lo económico es, de hecho, una de las bases fundamentales para analizar la dinámica de la inflación y el diseño de políticas económicas por parte de las autoridades. Porque la relación entre inflación y desempleo sigue definiendo en gran medida el marco de actuación de los bancos centrales para cumplir con su mandato dual: mantener a raya el nivel de precios y propiciar el crecimiento económico. Que la retirada de los estímulos monetarios surta el efecto esperado es especialmente importante para un país como España, donde la inflación siempre tuvo consecuencias poco deseables. Basta con mirar al año 1977, cuando superaba el 25 % y se necesitaron más de tres lustros para domeñarla. El desempleo endémico que el país padece aún hoy es heredero en parte de aquella locura inflacionaria.