En defensa de la buena educación

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Isaac Esquivel | EFE

25 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Faltan maneras. A Giulio Andreotti, siete veces primer ministro, natural de la bellísima Florencia que perturbó a Stendhal, le preguntaron por la política española y su respuesta resultó categórica: «Manca finezza». Falta finura, o sea, ausencia de categoría. Y sigue siendo lo mismo. Los políticos son el espejo de la sociedad. Son, también, su sombra. A mí, que pienso todo lo contrario de lo que piensa Alberto Garzón, sus formas me agradan. Belarra o las Montero, por no citar algún otro, me producen una repulsión educacional. Simplemente eso. Falta finura. Han convertido la cosa pública en una taberna de baja estofa donde el más vulgar, el menos leído, acapara titulares. Cómo hemos podido caer tan bajo. Me lo pregunto y no encuentro ni siquiera una respuesta. Somos el reflejo de las leyes educativas que se han «perpetrado». La mayoría son socialistas. Solo una del Partido Popular. Han convertido la buena educación en un asunto extravagante, incluso mal visto. Todo comenzó cuando la disciplina dejó de ser una necesidad para convertirse en un sesgo impropio. Los profesores pasaron a «colegas»; los padres, amigos; y toda aquiescencia por las jerarquías pasó a ser un carácter reaccionario. Sin embargo, aún quedan las buenas maneras. Alejadas de los currículos educativos, objetivos, competencias. Las buenas maneras, o sea, las maneras de dar los buenos días cuando te cruzas con alguien en tu paseo. De levantarte del asiento. De expresar respeto por los mayores. De obedecer. De saber entregarse a un trabajo y perseverar con insistencia en el esfuerzo. De sentir autoestima por cumplir con el deber. Todo ello se ha perdido. Casi se ha perdido.

Sigo creyendo que la mejor sociedad es aquella que cumple con las normas. La sociedad que no rehúye de sus responsabilidades. La que otorga al mérito su justo lugar y no se deja fascinar por los cantos de sirena de la actualidad vana y banal. En España se fomenta la haraganería. Empezando por los impuestos y siguiendo por las múltiples subvenciones. En España no se cobran impuestos, se confisca. ¿Para qué vas a trabajar mucho para ganar mucho si el fisco te lleva la mitad? Mejor, trabaja menos y menos te llevarán. Así de sencillo. Hace unos días comentaba esta circunstancia con un amigo cultivado. Me contestó que la nación va a menos. Y es cierto. España se ha convertido en el paraíso del vago y de la mala educación. Cuanto más baja, mayor predominio de las ideologías «progresistas». Parece mentira. Antes luchábamos por los derechos y por la justicia.

Ahora solo nos queda luchar para que no se estropeen todavía más los fundamentos de una sociedad que fue ejemplar y ahora, tras leyes y leyes socialistas, se ve abocada a un futuro incierto. Han derruido el valor del mérito y de la buena educación. Que Dios nos coja confesados. Manca finezza, decía Andreotti.