¿Por qué le llaman megaincendios si quieren decir cambio global?

Javier Madrigal Olmo CIENTÍFICO DEL INSTITUTO DE CIENCIAS FORESTALES DEL CSIC

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

22 jul 2022 . Actualizado a las 12:35 h.

Soy de los que puedo presumir de haber dormido en el pazo de Lourizán. Allá por 1998 era un estudiante de Ingeniería de Montes procedente de la Córdoba sureña y aquello de despertarse ante un fresco arboreto me parecía casi el paraíso. Nuestro querido y admirado profesor don José Antonio Vega, nos hablaba sobre los efectos del cambio climático en Galicia y las tendencias previsibles en el aumento de la gravedad de los incendios en el medio plazo. Ya lo estamos viviendo. Pero también de la mayor disponibilidad de los combustibles forestales, un concepto complejo que se resume en más biomasa fina y seca con la que alimentar al fuego, lo que hace imposible y pone en grave peligro la actuación de los medios de extinción. Por tanto, cuando hablamos de incendios y cambio climático, en realidad estamos hablando de un cambio en el régimen de incendios debido al cambio global.

La combinación de los efectos del cambio climático y el uso del territorio tiene como consecuencia cambios en la frecuencia, severidad, recurrencia, intensidad, tamaño y tipo de fuego. La menor gestión privada y políticas públicas en las que se creía que el abandono de lo extensivo iría en beneficio de la conservación, están generando paradójicamente un aumento del tamaño, velocidad e intensidad de los incendios, tal como pronosticaba el profesor Vega y tal como ya nos advertían colegas de otras latitudes. Nuestros espacios «protegidos» en realidad no lo están porque son muy vulnerables a este nuevo régimen de incendios. Los árboles no arden si no hay combustible en superficie. El cambio global implica grandes extensiones forestales con alta biomasa de matorral cada vez más disponible para arder por la mayor demanda de agua de las plantas, en escenarios cada vez más complejos de olas de calor e inestabilidad atmosférica consecuencia del cambio climático.

Por tanto hemos dado un fuerte golpe de péndulo en pocas décadas en el que las políticas se centraron en reducir el número de fuentes de ignición (causas inmediatas) minusvalorando la importancia de la acumulación de biomasa forestal (causa estructural). En el actual contexto de cambio climático nos toca abordar como sociedad las causas estructurales de los incendios, aportar soluciones socioeconómicas conservando el patrimonio natural y políticas forestales que favorezcan la actividad empresarial con una apuesta pública decidida y valiente por la inversión (que no gasto), apoyándose y canalizando las oportunidades que ofrecen los fondos europeos, para que la sociedad rural y urbana sientan que reman en la misma dirección.

¿Soluciona esto el problema de los megaincendios como los que estamos viviendo estos días? No creo que debamos «vender humo». Hemos llegado tarde y no hemos estado dispuestos a frenar como colectivo el cambio climático. Pero actuar ahora invirtiendo en selvicultura, disciplina que implica por definición la gestión forestal sostenible de los montes, dará una oportunidad a ecosistemas y personas a ser resilientes a este nuevo régimen de cada vez más grandes incendios y, al tiempo, disminuya la severidad de estos eventos. Sabemos cómo hacerlo porque hay ciencia y técnica detrás. Hay consenso en lo esencial con colectivos ecologistas y del mundo rural.

Señorías, pongámonos manos a la obra para que el cambio global pase de amenaza a oportunidad y poder convivir con los incendios del siglo XXI.