La Pedroche, Putin y la inflación

José María da Rocha

OPINIÓN

MARISCAL | EFE

18 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Sabemos cuál es la causa de la inflación? Yo creo que sí, pero parece que gobiernos y Banco Central Europeo (BCE) están más concentrados en un «juego de reparto de culpas» que en reducir la inflación. ¿Por qué lo creo?

Desde el siglo XVI sabemos que la inflación —el aumento generalizado de todos los precios— es un fenómeno monetario: cuando se financian más gastos (demanda) que la cantidad de bienes que se producen (oferta) los precios, irremendiablemente, suben.

Cinco siglos más tarde, el BCE sostiene que la guerra de Ucrania y los costes de la energía son parte importante de la inflación. Esta es la «teoría del pollo». Cada mes se considera responsable de la inflación al precio del índice que más ha crecido, que mide la inflación: hoy es la energía y mañana el pollo. El problema de esta teoría es que no permite distinguir entre causas y efectos (algo así como pensar que el termómetro es la causa de la fiebre).

Por supuesto, siempre que alguno de los precios aumenta, el índice de precios al consumo aumenta. Pero si no existen tensiones monetarias, generadas por exceso de gasto, la inflación es temporal (¿recuerdan las declaraciones de hace unos meses de los ministros de Economía?).

Sin embargo, cuando se financian grandes déficits públicos para recuperar la economía, la relación entre precios del petróleo e inflación va en sentido inverso.

Si el Banco Central Europeo (BCE) crea más dinero —como cuando llegaba oro y plata de América en el sigo XVI— todos los precios (incluido el de la energía) crecen de un modo permanente.

¿Es temporal la inflación? Parece que no. Más bien parece que el BCE, preocupado por los efectos de la pandemia del covid-19 sobre el empleo, financió, de acuerdo con los gobiernos (y sus parlamentos), grandes programas de gasto público. Como ello se hizo en un marco de gran incertidumbre sobre el funcionamiento de la economía (no teníamos experiencia en pandemias) se nos fue la mano y generamos un exceso de gasto (e inflación).

El problema de aceptar esta explicación es que es incómoda.

En primer lugar, el Banco Central Europeo tiene que reconocer que no puede financiar más deuda. Los gobiernos, por su parte, tendrán que admitir que no hay salidas milagrosas de las crisis, ya que la inflación no es más que un impuesto que reduce los salarios, y por tanto, al final estamos saliendo del covid como salimos de la crisis financiera del 2010 (ayer recortamos un 5 % los sueldos públicos, hoy un 6 %).

Se acerca el final del artículo y usted, querido lector, se estará en estos precisos momentos preguntando qué tenía que ver la Pedroche con la inflación y sus consecuencias. Pues lo mismo que Putin, absolutamente nada.