Hay mucho de cierto en que en todas las familias cuecen habas, y la que forman los miembros de Cuéntame no iba a ser menos. La gran familia española está hecha un cristo desde hace tiempo, y eso que los espectadores sabemos de la misa la media. Lo vimos cuando inesperadamente se fue Juan Echanove de la serie, en una jugada que destapó la mafia que había dentro. Después fue María Galiana, la entrañable abuelita, que nos dejó boquiabiertos en una rajada histórica que desvelaba el malestar interno. Galiana contó que estaba hasta la coronilla del personaje de Herminia y les dio una estocada a su hija y a su yerno en la ficción: «Fuera de la serie, no tenemos relación». Claro que el que se está en su prime es Imanol Arias, que una vez que se ha hecho de oro en la televisión pública y se ha descubierto su desfalco a Hacienda, esa que pagamos todos, ahora se dedica a echar pestes de la que ha sido su casa. No le valen los guionistas nuevos de la ficción, no le vale TVE, y en general, no le vale nada porque Antoñito está por encima del bien y del mal. Y ese endosiamiento es el que le está pasando verdadera factura, más allá de la de Hacienda. Si Imanol no está a gusto, en lugar de esparcir mierda a lo Paquirrín, lo que podía era irse por la puerta, la grande o la chica, porque nadie lo obliga a seguir en Cuéntame, un formato que, dicho sea de paso, está tan reseso que ya ven cómo cheira.