Aire y viento

Manuel-Luis Casalderrey QUÍMICO. PREMIO DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA DE LA REAL ACADEMIA GALEGA DE CIENCIAS

OPINIÓN

Ana Garcia

26 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado 15 de junio se celebró el día internacional del viento, como recordaba Iberdrola a toda página (La Voz, 15-6). Hay una cierta confusión entre aire y viento. El aire es el fluido que forma la atmósfera de la Tierra. Es una mezcla gaseosa con un 78 % de nitrógeno, un 21 % de oxígeno y el 1 % restante lo aportan el argón y otros gases como el dióxido de carbono. El viento es aire en movimiento.

Hay personas que confunden ambos conceptos: «Hace mucho aire», en vez de «hace mucho viento». A la confusión contribuye el DRAE, que admite aire como sinónimo de viento y viento como sinónimo de aire. Incluso el gran poeta Fray Luis de León, en su Vida retirada, dice: «El aire el huerto orea y ofrece mil olores al sentido: los árboles menea…». Para orear (hacer que el aire dé en algo) y para menear los árboles, el aire ha de moverse y, por lo tanto, es viento.

El viento se origina por una diferencia de presión o de temperatura entre dos zonas de la atmósfera terrestre, que tienden a igualar sus valores, moviéndose y, por lo tanto, originando viento. El aprovechamiento de la energía del viento (energía eólica) se pierde en la memoria de los tiempos. El viento se ha utilizado desde siempre para mover las aspas de los molinos (de viento) y hoy las de los aerogeneradores, que transforman el viento en electricidad, siendo la energía renovable más importante de España. El viento en las velas de los barcos hace que surquen el mar.