O Courel, 30 años después

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

22 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Este fin de semana recordamos en Seoane los comienzos del cámping de O Courel en 1994. Formó parte de los primeros alojamientos en la sierra y sin duda supuso una pequeña revolución para el turismo en la zona; cuidadosamente diseñado, siempre me ha parecido un lugar especial, perfectamente integrado en el paisaje.

Tanto sus propietarios iniciales como los actuales han sido especialmente respetuosos con el entorno, y hoy, en mi opinión, constituye una referencia en este tipo de establecimientos. Un paseo por el mismo puede convertirse en un magnífico entretenimiento botánico: castaños, fresnos, rebolos…

Casi treinta años después de su apertura, de la «revolución turística» que aquello supuso para la sierra, nos sorprendió que hoy sea imposible el acceso a internet desde el cámping por decisión de la compañía suministradora. Como ha denunciado La Voz, gestionar un pago o una reserva se convierte así en imposible, con el consiguiente perjuicio para el negocio y otras actividades locales; por cierto, parece que esto empieza a extenderse a toda la comarca.

Ese pequeño hecho nos recordó que han pasado treinta años y los problemas que nos acompañaban siguen presentes. En aquella época, la carretera de Folgoso a Quiroga era lamentable, hoy se ha derrumbado. Al parecer, la actividad de una explotación pizarrera bajo tierra algo ha tenido que ver, pero no he visto que se investiguen las causas del derrumbe ni que se corrijan los efectos. ¿Alguien se ha preguntado, por ejemplo, cuánto tarda ahora una ambulancia en llegar a Quiroga?

También, la sangría demográfica de esos territorios de montaña continúa imparable y hoy se estima un censo que no alcanza los mil habitantes, de los que residen en la sierra poco más de setecientos. Algunos jóvenes se han instalado allí, pero ese flujo no alcanza a compensar el negativo saldo migratorio. Recuerdo que cuando se inauguró el cámping estaban en torno a los dos mil.

En nuestra reunión paseamos por los viejos caminos de Carbedo y Mostad, regresando por el río Lor; es difícil encontrar caminos más hermosos ni aguas más frescas. Charlamos sobre cuando Seoane tenía una docena de tabernas, sobre el bullicio al amanecer para ir a segar la hierba o sobre los viajes en el coche de línea, y repasamos cómo nuestros pronósticos pesimistas se fueron convirtiendo en realidad.

Obviamente, nadie pretendía volver atrás, pero coincidimos en dudar que las actuales políticas en estos territorios sirvan para algo. A pesar de todo, y ahora hablo a título personal, soy optimista. En algún momento, alguien se dará cuenta de no se pueden aplicar siempre las mismas medidas y esperar resultados diferentes.