Contra los maltratadores en potencia

Roberto Barba Alvedro MAGISTRADO DEL JUZGADO DE LO PENAL NÚMERO 2 DE LUGO, ESPECIALIZADO EN VIOLENCIA SOBRE LA MUJER

OPINIÓN

Juan Ignacio Roncoroni | EFE

09 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos días hemos visto en los medios de comunicación el preocupante aumento de delitos relacionados con la violencia de género entre la población joven, de apenas 20 años. De hecho, las estadísticas reflejan que este tipo de delitos se han incrementado en España en casi un 30 % en la franja de edad comprendida entre los 16 y los 20 años. Esos mismos estudios concluyen que casi el 20 % de los jóvenes españoles niegan el planteamiento de la violencia de género y alegan, incluso, que se trata de un «invento ideológico».

Estas cifras no son baladíes e implican un panorama futuro muy preocupante. Examinando estos datos podemos decir que resulta lógico interpretar que, si un chico de 17 años considera y tiene interiorizado que controlar el móvil de su pareja, fiscalizarla y limitarla en su actividad social o familiar no supone un rol de género, casi seguro que ese joven, en un futuro cercano, será un maltratador en potencia.

Resulta necesario ser autocríticos con nuestra sociedad y su sistema de valores y, sobre todo, con nuestro sistema educativo. Considero que sería imprescindible implementar unos planes específicos de educación y reeducación en perspectiva de género en el sistema educativo desde edades muy tempranas, concretamente desde primaria, a fin de que nuestros hijos e hijas puedan tomar conciencia, desde pequeños, de unos principios constitucionales básicos, como son la igualdad de trato y no discriminación.

La educación es uno de los grandes pilares de cualquier sociedad, pues tiene en sus manos una responsabilidad magna: la formación de nuestros hijos e hijas. Es en esta etapa cuando a los niños y niñas se les han de inculcar valores democráticos como la igualdad, la tolerancia y la no discriminación, porque es en este ciclo de su vida cuando comienzan a tomar conciencia del mundo que les rodea.

Incluso podrían establecerse en los planes educativos asignaturas específicas relacionadas con la igualdad de género, programas obligatorios de cooperación y colaboración específicos, aprendiendo así a relacionarse ambos sexos con normalidad y paridad, siendo un elemento fundamental la promoción de la colaboración escuela-familia, circunstancia en este momento inexistente.

La violencia de género supone el mayor desafío y peligro para el pilar fundamental del Estado, es decir, la familia, entendida esta desde todas sus modalidades y formas, ya que los problemas laborales, económicos, sociales o políticos se convierten en insignificantes cuando un núcleo familiar se rompe por una agresión de violencia de género, quedando muchas veces dicha familia, a partir de ese momento, desamparada y desestructurada.

De nada sirven políticas judiciales sobre protección a la mujer si nuestra juventud, que es el futuro de nuestra sociedad, sigue desarrollando estereotipos machistas esgrimiendo una negación clara de la lacra social que supone la violencia de género.

Es hora de detenernos, meditar y prevenir, porque es en el presente cuando debemos adoptar las medidas necesarias para evitar, en un futuro, el incremento de las agresiones sexistas.