La fruta mejora el tono muscular, aporta vitaminas, reduce los radicales libres e incorpora la necesaria fibra a nuestro intestino. Inclúyala a diario en cualquiera de sus múltiples variedades.
Puede ser consumida en cualquier momento, aunque lo recomendable sea al desayuno, a lo largo de la mañana o a media tarde. Meterla en la mochila de los niños para que la coman en el patio del colegio, o llevarla al trabajo como tentempié, favorece su consumo.
Aunque cada fruta presenta una concentración específica de elementos nutritivos, comparten algunas características que las convierten en alimentos nutricionalmente interesantes. Destaca su elevado contenido en agua, vitaminas (A, B6 y C, fundamentalmente) y minerales (potasio, calcio, hierro y magnesio), y su bajo nivel de proteínas, materia grasa y calorías.
Una característica peculiar es que las frutas presentan colores variados (verde, rojo, naranja, etcétera) y que, a mayor intensidad cromática, mayor concentración de vitaminas y minerales. Se recomienda, si es posible, consumirlas con piel, frescas y muy limpias.
Si opta por zumos, compotas o mermeladas, elija elaborados sin azúcar añadido. Constituyen una buena opción para quienes presentan gases, digestiones pesadas o alteraciones intestinales.
Resulta sencillo encontrar múltiples frutas en cualquier época en diferentes puntos de venta. Lo recomendable es consumir fruta de temporada, porque resulta más económica y permite variar a lo largo del año. Compre la que le apetezca y guste, porque es la mejor inversión para la salud.
La experiencia personal es fundamental. Para el estreñimiento funcionan ciruela o kiwi al desayuno; para broncearse, frutas ricas en carotenoides, como cerezas y fresas; para reducir el estrés y evitar calambres, plátanos y, para mejora de la diarrea, manzana asada.
Combínelas en macedonia (manzana, pera, plátano y ciruela) con naranja exprimida, un zumo natural con fresas, sandía, piña y mango o una ensalada con aguacate y arándanos.