La maldición de los recursos

OPINIÓN

CESAR TOIMIL

06 jun 2022 . Actualizado a las 09:00 h.

La teoría económica nos enseña que la abundancia de los recursos naturales en el territorio de un país puede contribuir a generar un proceso de industrialización endógena y, en consecuencia, servir de palanca de desarrollo siempre que se den ciertas condiciones de carácter institucional. Pero, también, la teoría económica nos muestra y advierte que, siguiendo las leyes del valor capitalista y de su acumulación por apropiación, puede llegar a desatarse una incesante carrera destructiva de la naturaleza y hacer disminuir los rendimientos económicos. En los últimos años, tales preceptos fueron bien visibles en muchos países del planeta, pasando de paradigmas optimistas a visiones pesimistas.

Es por ello que, cada vez más, los países y las empresas empiezan a fijarse en consideraciones más específicas al formular sus planes de desarrollo económico. Manifiestan su interés por el cómo se definen los términos de intercambio de los productos básicos, por los procesos de diversificación productiva alrededor de las bases exportadoras, por los rendimientos de las explotaciones o por la obtención de ventajas comparativas. Los países, al transitar desde una posición a otra, asumen lo que se denomina la «trampa del producto», por la cual una economía con abundancia en uno o varios recursos naturales logra especializarse en la exportación de los mismos, pero puede quedar atrapada en un crecimiento empobrecedor.

Ejemplo de estas dinámicas es lo que se llama «maldición de los recursos». Esta tesis viene de muy antiguo. Se suele llamar «enfermedad holandesa», al verificarse que el descubrimiento de petróleo y gas próximos a Países Bajos provocó una desindustrialización y pérdida de competitividad de su economía. Pero también se acuñó como «enfermedad ibérica», pues Adam Smith llegó a escribir en su famoso libro La riqueza de las naciones lo siguiente: «España y Portugal, las naciones que poseían las minas de oro y plata, eran quizás los primeros países pobres de Europa».

¿Qué sucede en estos casos? Existe una asociación entre altas tasas de exportaciones de materias primas con bajas tasas de crecimiento. Las explicaciones vienen dadas porque los países con abundancia de recursos quedan sometidos a las oscilaciones de varios factores, como la volatilidad de los precios de las materias primas; una acuciante inestabilidad; un funcionamiento nada ortodoxo de los mercados (competencia monopolística) en donde se determinan los precios de los productos; y una sobreexplotación de los recursos naturales en la fase de auge de sus precios, dañando la capacidad regenerativa de los suelos, bosques y bancos de pesca. Tales circunstancias afectan, obviamente, a la producción y al empleo en los países con abundantes recursos.

Los actuales casos referidos a los hidrocarburos y a las materias primas agrícolas son buenos ejemplos para explicar dicha maldición. No todos los países con abundantes recursos de petróleo y gas; o maíz, trigo o sorgo, están desarrollados. Se debe, fundamentalmente, a una deficiente función de las instituciones y a una ineficiente calidad de los procesos tecnológicos.

Mi preocupación es máxima en lo referente a Galicia. No hay duda que poseemos abundantes recursos naturales (agrícolas, ganaderos, forestales, pesqueros, acuícolas, energéticos, mineros); y, sobre ellos, hemos edificado nuestros asentamientos poblacionales y bases exportadoras. Pero lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, dichos recursos están pasando a ser gestionados y concesionados por empresas y fondos de inversión foráneos; sin que controlemos las dinámicas tecnológicas, las apuestas por la sostenibilidad medioambiental, ni la reinversión de los excedentes. Contabilizamos ejemplos empresariales cada vez más numerosos (proyectos de fibras textiles, explotaciones mineras, energías off-shore, control de conserveras de pescado). De ahí mi temor en que a lo mejor es verdad lo de la maldición de los recursos.