La inflación no puede llegar para quedarse

Almudena Semur ECONOMISTA. SECRETARIA GENERAL DE LA ASOCIACIÓN POR LA EXCELENCIA DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS (AESP)

OPINIÓN

05 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando empezábamos a levantar cabeza tras la perturbación pandémica, la invasión rusa en territorio ucraniano ha traído un nuevo shock, traducido en un fuerte incremento de los precios de la energía y de ciertas materias primas como son los cereales y otros metales. Cierto es que la carrera ascendente de los precios comenzó antes de la invasión, pero es que a mes de marzo, según un estudio de Fedea, el precio del gas y la electricidad multiplicaba entre 5 y 6 su valor promedio del 2017 y por más de 15 su nivel de hace dos años. El último dato del INE sobre la inflación adelantada de mayo ha sido muy preocupante, no solo por la tasa general, que ha ascendido un 8,7 %, sino por la subyacente, que anda desbocada rondando el 5 %, el mayor crecimiento desde 1995, e implica que ya se han contagiado todos los elementos de la cesta de la compra. Hablando en román paladino, nos hemos empobrecido, y por cada unidad monetaria adquirimos menos bienes que antes, todo ello sin contar la dificultad que supondrá que los precios bajen cuando la inflación general se normalice.

Las alta inflación tiene efectos muy perniciosos en las empresas, hogares y renta de nuestro país. Veamos. Para las empresas, la subida de precios de la energía les provoca un aumento de sus costes de producción, lo que se traslada a un aumento de los precios del producto final; además, empujará a la baja la producción, el empleo y los márgenes empresariales, lo que provoca menor crecimiento económico y mayor empobrecimiento. Afecta también a nuestras importaciones, por las que tendremos que pagar más, lo que se trasladará a los precios, además de suponer un empobrecimiento para el país importador. También afecta al consumo de los hogares, a los que no les quedará otro remedio que rascarse el bolsillo. Convendrá conmigo el lector que al ciudadano de a pie le hubiera venido de perlas que el Gobierno hubiese ajustado los tramos del IRPF a la inflación, es decir, eso que se denomina deflactar la tarifa. Hay margen para ello, el Estado está recaudando más de lo previsto y la Airef ha sido clara al respecto: por cada punto de tasa de inflación que sube hay una recaudación adicional en torno a 2.000 millones para las arcas públicas.

La situación que vivimos es preocupante, tanto en España como en Europa, y hay que evitar a toda costa que la inflación se enquiste. Para ello es necesario no entrar en un bucle en el que las subidas de precios se trasladen a subidas de salarios, ya que tendríamos la espiral inflacionista servida y esta tiende a retroalimentarse. No quedará otro remedio que negociar un pacto de rentas que reparta los costes de manera equitativa entre toda la sociedad, junto con medidas de ayuda para los más vulnerables. Es la única manera de combatirla. La inflación no puede llegar para quedarse.