Olaia Maneiro dijo basta. Y borró sus cuentas en las mismas redes sociales que ayudaron a encumbrar este año a su grupo, las formidables Tanxugueiras, con aquel sueño loco e imposible de representar a España en Eurovisión con una canción en gallego. Ya sabemos lo que pasó con el jurado del Benidorm Fest. Y también lo que ocurrió en el festival.
Aquel tercer puesto de Chanel con un tema en spanglish permitió a una legión de ciudadanos llenarse de razón, ponerse la camiseta de que el fin justifica los medios y, en vez de celebrar el éxito, dedicarse a atacar en varias plataformas a las artistas gallegas, que esa noche se ganaban el jornal con un concierto. Vomitaron odio. Reproches, descalificaciones e insultos de todo tipo y pelaje. Pusieron en la diana a las Tanxus, pero en realidad, leídos sus textos, lanzaban sus dardos contra todos los gallegos que las habíamos apoyado.
Parece triste que alguien, cuando hay un motivo de fiesta, solo sea capaz de aborrecer y manifestarse en sentido negativo o destructivo. Deberían ser ellos los que se borraran de las redes. ¿Sabrían qué hacer sin intentar escupir ácido sobre vidas ajenas? No lo creo. Estos odiadores profesionales siguen ahí, bajo cobarde seudónimo, al acecho, en la calle de la amargura. Invitémosles a mudarse a otro sitio. Aquel al que el inolvidable Labordeta envió a unos cuantos diputados con al ma de trol: con las boñigas.