¡De la que te has librado, Rajoy!

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Agostiño Iglesias

02 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Para un comentarista político, hoy parece obligado hacer un balance de los cuatro años que ayer se cumplieron de la proclamación de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, al ganar la moción de censura contra Rajoy. A mí me parece tanto o más interesante acercarme al perdedor. Lo de Sánchez es muy sencillo: tiene el mérito personal de gobernar el país haciendo auténticas filigranas para aprobar leyes y presupuestos; le quitaba el sueño gobernar con Pablo Iglesias, y el señor Iglesias está fuera del Gobierno; la cuenta de resultados es negativa en la salud de las instituciones, de todas; buena en gestión económica, si se descuentan los daños de la pandemia; mala para un socialista, si el baremo es la igualdad social y territorial, y presentable sin más en acción exterior. Balances como este, más duros o justificadores, se pueden encontrar hoy en cualquier medio de comunicación.

A este cronista, como digo, le seduce más el perdedor. Hace hoy cuatro años, Mariano Rajoy Brey se habría despertado con una duda: «Además de la mudanza, ¿qué tengo que hacer?». Nada, no tenía nada que hacer. En el siguiente mes de agosto le vi en A Toxa. Acostumbrado al resplandor que el poder presta a los humanos, percibí el cambio. Habían pasado dos meses del derrumbe y era un hombre feliz. Se paraba a hacer fotos con quien se lo pedía. Saludaba, hablaba, comentaba, más tranquilo que el día que se casó en el mismo lugar. Me pareció escuchar a alguien de su familia estas palabras: «Tengo que llamar a Pedro Sánchez para agradecerle el favor que nos hizo». Al verle sentado en una mesa multitudinaria, era el hombre que se podía permitir no tener el teléfono encima de la mesa. No le importaba lo que dijeran los telediarios. Era un hombre libre.

Otro día fue a almorzar con un amigo y le dijo: «Déjame pagar, ahora tengo dinero». Había recuperado ya su plaza de registrador de la propiedad. En los años siguientes coincidí con él en reuniones de gallegos. Sigue sin decir una palabra en nuestro idioma, pero se le perdona. Y nunca tiene prisa por levantarse: otra imagen de la libertad. Siente el cariño de la gente, que le pide selfis, puede tomar un albariño sin la preocupación de que lo vean doblando el codo. Y sería normal que, al ver los desastres de la pandemia, la gente encerrada, las empresas ahogadas, las cifras de paro y después el volcán y la crisis institucional y la guerra de Ucrania y ahora la inflación, se diga a sí mismo: ¡de la que te has librado, Mariano!

Yo, desde luego, me lo diría. Y al decírmelo, no dejo de preguntarme: ¿por qué habrá tanta gente que quiere gobernar? ¿Será que cada aspirante al poder cree tener la solución a los problemas del país y de la humanidad? ¿Será que en política es más fácil abrirse paso, aunque no se llegue a la cumbre, que en la iniciativa privada? Se lo tengo que preguntar a Sánchez y a Feijoo.