Adiós, Jesús Alonso, amigo

Fernando Salgado
fernando salgado LA QUILLA

OPINIÓN

MARCOS CREO

29 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A mediados del siglo pasado, Boiro era la pariente pobre de la conserva en la ría de Arousa. Solo una pequeña fábrica en Cabo da Cruz aliviaba la orfandad. Seis o siete décadas después, Boiro se ha erigido en el estado mayor de la industria atunera en Europa. La transformación, incluso para quienes somos reacios a personalizar las grandes conquistas históricas, tiene esta vez indiscutible nombre propio: el de Jesús Alonso Fernández. El emprendedor de fuste que, de la nada, levantó un imperio: en los dominios de Jealsa Rianxeira, que se extienden por tres continentes, ya no se pone el sol. El amigo entrañable que, después de ceder el testigo a sus hijos, se ha embarcado en la travesía definitiva. 

Nada hacía presagiar, atendiendo a los orígenes de su fundador, la forja de un imperio. No había señales en su humilde cuna de O Louriño. En su árbol genealógico no había rastro de apellidos catalanes, hasta entonces, desde que los fomentadores de pesca y salazón desembarcaron en Galicia a mediados del siglo XVIII, credencial necesaria para ser alguien en la industria de la conserva. Carencia que corrigió para sus herederos al contraer matrimonio con Pura Escurís. La primera noticia del conservero se produjo cuando arrendó un viejo galpón en Vilaxoán y comenzó a procesar sardinilla en aceite, berberecho al natural y mejillón en escabeche. La primera noticia del emprendedor audaz, el día en que aceptó el desafío de suministrar toneladas de bonito que no tenía a los economatos mineros de Asturias. Los mineros fueron los primeros consumidores del atún Rianxeira.

Jesús Alonso tenía instinto para la mercadotecnia: la competencia que le proporcionaba su identificación con la cultura popular. Poco después de que emigrantes y refugiados recibiesen a Castelao en Buenos Aires con una canción compuesta exprofeso que titularon Ondiñas da nosa ría, mucho antes de que aquella canción se convirtiese en himno oficioso de Galicia, Jesús ya había convertido A Rianxeira en estandarte de sus conservas. Y no tardaría, fascinado por Sofía Loren en la película La chica del río, en decidir que la actriz italiana, de curvatura soberbia y cesta de pescado en la cabeza, era su rianxeira.

A Jesús lo conocí hace más de treinta años. Yo ocupaba entonces la cartera de Economía e Facenda y me invitó a visitar las dos joyas de su imperio: Jealfer, fábrica textil, y Jealsa. Desde el primer momento me maravilló su entusiasmo, su energía y su despliegue torrencial de iniciativas y proyectos en marcha. De su bonhomía y de su afecto me daría sobradas muestras en los años siguientes. La última vez que hablamos, ya con su salud deteriorada, intuí un cierto resquemor. Numerosas entidades pedían su reconocimiento como hijo predilecto de Boiro, pero en la corporación no existía unanimidad. Algunas fuerzas, ciertamente minoritarias, solo tenían un reproche que hacerle: había sido alcalde del PP. Pequeñas miserias de la política local. Incapaces de empañar lo más mínimo la trayectoria del emprendedor y su amor al Boiro natal.