«Piolines» y «txakurras»

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

24 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El insulto es la anulación de la inteligencia. Es la ausencia de argumentos. Es increíble, incluso tratándose de Pedro Sánchez, que haya caído el presidente del Gobierno en comprarles el descalificativo que usa el independentismo catalán para referirse a los policías nacionales como «piolines», en una respuesta en el Congreso de los Diputados. No es de recibo para los que estuvieron defendiendo el orden constitucional en las peores circunstancias en Cataluña. Policías de la UIP que solo acataron órdenes y que estuvieron sometidos a todo tipo de agresiones, insultos y vejaciones. Dos fueron heridos de gravedad en la infamia de aquellas semanas.

La ocurrencia de «piolines» vino del barco en el que pernoctaban en el puerto de Barcelona al haberles negado alojamiento muchos valientes propietarios de hoteles catalanes. Todo fue inaudito, pero que el presidente del Gobierno bendiga desde su cargo lo de «piolines» demuestra lo nervioso que está.

Es consecuencia directa y lógica que al día siguiente el público presente abucheara al ministro del Interior, Grande Marlaska, en un acto oficial en la academia de la Policía Nacional. Nos lleva esta gasolina dialéctica, que tanto les gusta a los separatismos, a los peores momentos de la guerra de ETA en el País Vasco, cuando trabajar como agente del orden allí significa automáticamente que te llamasen txakurrra (perro). De piolines y de perros, así es el nivel del debate político en este país. Pasan las décadas pero los que señalan son los mismos. Podemos seguir. Ya no sería extraño que algún ministro camine por el mismo lodo que su jefe de filas y que cualquier día caiga en calificar a los españoles que trabajan en Cataluña como charnegos. O a los españoles que se ganan la vida en el País Vasco como maquetos.

El País Vasco, donde a los que trabajaban en la policía autonómica también se les despreciaba al acusarles de cipayos. Es evidente que todos estos desplantes tienen como objetivo recuperar las trincheras, utilizar el odio como combustible natural para que España no consiga salir nunca de la crisis en la que estamos. Les da igual que hasta el edulcorante del CIS diga que los españoles lo que estamos es contra la crispación. Solo queremos que los políticos practiquen su profesión: que no es otra que llegar a acuerdos. No los tenemos en nómina para que les llamen piolines a unos trabajadores que se dejaron la salud física y mental en las calles catalanas.