La politiquería

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

JUAN CARLOS HIDALGO | EFE

23 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Muchas veces surge la pregunta de si es necesario mantener tantos políticos para asegurar la buena gestión del Estado. Y ya estaba a punto de responder que no, cuando me di cuenta de que el problema quizá no es el número, sino la ruidosa politiquería resultante. Por ello me limitaré a decir que la cuestión no es el «cuántos» sino la utilidad real de su trabajo. ¿Es una evasiva? Sí, porque no sé cuántos políticos necesitamos.

Lo que sí sé es que «la democracia es el peor sistema de Gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás», como bien ironizó el político británico Winston Churchill. Por lo tanto no se trata de desmontarlo, sino de mejorarlo, de limitar sus excesos o desvíos, de corregir los fallos. Porque vivir en democracia es el mayor privilegio para una comunidad de ciudadanos, para un país o un Estado, para el mundo.

Pero ciertamente no es fácil construir una democracia impoluta, respetuosa con todos, y siempre justa y equilibrada. Por ello celebramos elecciones con regularidad, para juzgar lo ocurrido y, en caso de necesidad, corregir el rumbo, con el oportuno cambio de Gobierno. Porque la perfección no consiste en hacer muchas cosas, sino en lograr que las que se realicen estén bien hechas y sean provechosas para el bien común.

Dos escritores podrían servir para poner fin a esta reflexión. Uno, el mexicano Octavio Paz, quien dijo que «las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio». El otro, el norteamericano Walt Whitman, quien aseguró que «el mejor Gobierno es el que deja a la gente más tiempo en paz».

Es cierto que la política es indispensable. Y es muy deseable que nunca decaiga en descarada politiquería, sin otro ánimo que conseguir el poder y beneficiarse de él. Porque la politiquería, como nos recuerda el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), es una «práctica política que consiste en tratar de conseguir o mantener el poder mediante licencias, falsas promesas y regalos». Ni más ni menos. Y esto es lo que nos sobra.