El origen erótico del conocimiento

Cristina Gufé
Cristina Gufé LICENCIADA EN FILOSOFÍA Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

OPINIÓN

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22 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sucede con el conocimiento lo mismo que con todo lo importante: «sabemos» qué es; el problema aparece cuando intentamos explicarlo. Para conocer por ejemplo una manzana, los seres humanos necesitamos sentidos como la vista o el tacto, e inteligencia, que crea conceptos, los significados contenidos en las palabras. Damos por supuesto que conocemos, pero no nos preguntamos cómo, si es posible, sus límites, etcétera. Por un lado, está la realidad de las cosas en lo que ellas son; por otro, nuestras facultades para conocer, y el resultado de esa relación es lo que denominamos «conocimiento». La gente conoce sin andar preguntándose cuál es el proceso. Ni siquiera los científicos lo hacen, ellos se «lanzan a conocer». Los que se ocupan de este asunto son los filósofos en una disciplina con muchos siglos de historia que se denomina «Teoría del conocimiento».

Si nos olvidamos de los antecedentes, podríamos decir que Platón fue el primero en desarrollar reflexiones al respecto. Al hacerlo, establece relaciones entre el conocimiento y el amor.

Eros en Grecia era el dios del amor. En el diálogo Banquete se nos dice que el Amor es un dios muy antiguo, delicado, que camina y reposa sobre las cosas más tiernas, de una esencia sutil porque, si no, no podría extenderse, penetrar inadvertido en todas las almas ni salir de ellas; vive entre las flores. También le llama Daimon porque su ser parece imposible y se expresa en la búsqueda del saber al perseguir la verdad.

Una de las cosas más bellas del mundo es el conocimiento. El amor es anhelo de belleza, una aspiración a lograrla. Ocupa un lugar entre el sabio y el ignorante. Si tuviésemos amor, en vez de perseguirlo, ya no lo desearíamos; si poseyésemos el conocimiento, en lugar de buscarlo, no avanzaría, pero nuestra condición humana nos sitúa a medio camino entre el cielo y la tierra.

Eros también es energía, impulso creativo presente en la naturaleza; se orienta a la procreación biológica «según el cuerpo», y cultural «según el alma». Resulta un híbrido, un intermediario entre lo humano y lo divino.

Con independencia de las distintas teorías a lo largo de la historia, Platón vincula el conocimiento a su aspecto emocional. El amor y el conocimiento van unidos, comparten problematicidad, insatisfacción, tanteo, belleza, creatividad y el afán que no nos permite descansar en la búsqueda hasta que la emoción nos advierta de que estamos aproximándonos al uno o al otro por el empuje de la fuerza y el destello de la luz.