Lo dijo la televisión italiana, les pudo la rabia de verla triunfar: Chanel es una Jennifer Lopez de saldo, de descuento. Totalmente de acuerdo. Menos en lo de saldo. Claro que Chanel es una barbie latina, pero es una pedazo de artista, como todo su cuerpo de baile. Ellas y ellos hicieron una actuación de diez. Tienen razón los que dicen que el bronce sabe a oro, no solo porque España llevase casi tres décadas de sonoros estropicios de todo tipo.
Es imposible hacerlo mejor. Y todo sumó. No se llevó el premio gordo porque Ucrania jugaba fuera de catálogo. Era evidente que el título era para ellos. El tirón del tiktoker inglés, con sus redes sociales de pulpo gigante, evitó también que Chanel y los nuestros quedasen segundos. Deberíamos ponernos bordes como los italianos e impugnar que Inglaterra, tras el metafórico corte de mangas del brexit, siga disfrutando de Eurovisión o de la Champions. El Real Madrid ya sería campeón de Europa a estas alturas. Fueron ellos los que se quisieron ir de Europa. Con Eurovisión o la Champions, habría que aplicarles el chiste ese que tanto les gustó siempre: «Tormenta en el canal de la Mancha, el continente aislado». Solo que deberíamos devolvérselo del revés: «Tormenta en el canal de la Mancha, las islas aisladas». Y bye bye a Eurovisión y a la Champions.
No somos rencorosos y nos sabe genial este tercer puesto divino. Es de educación disculparse con Chanel, después de la que le cayó por lo de Tanxugueiras, especialmente desde Galicia. Visto el eco que tuvo la actuación francesa, con cierto regusto a Tanxugueiras, hicimos muy bien en ir con Chanel a Turín y a tope. Todo sumó para el casi triunfo. Lo más inexplicable es que un país con tantos genios por metro cuadrado y tantos incomprendidos en las barras de los bares no nos hubiésemos dado cuenta antes de que, con el bum del reguetón, era tan sencillo optar a Eurovisión como apostar por lo latino desde un país latino y con millones de inmigrantes implicados en España y lo español.
El camino nos lo señalaban Maluma, Jennifer Lo, Beyoncé, y nosotros empeñados en despeñarnos. Chanel y sus bailarines jugaron sin tapujos desde el minuto uno con una actuación sicalíptica, con toda la carga de malicia sexual. Pero, ya desde el Rastro madrileño, hace más de cien años, Antonia de Cachavera exportó con gran éxito a toda Europa su espectáculo La pulga revoltosa, en el que se buscaba una inexistente pulga entre los pliegues de su ropa y su cuerpo, como cuenta Andrés Trapiello. No inventamos la rueda.
También pusieron a parir a Palomo Spain, otro que remó a favor. La chaquetilla torera caía en el tópico, pero ¿qué no lo hacía en el tópico del guion que llevamos? Me quedo con que casi ganasen unos profesionales como la copa de un pino que llevan desde niños en la danza. Un bailarín entrena más en un día de trabajo que un jugador de fútbol profesional en toda su carrera. Solo por eso merecen un aplauso dionisíaco y grandioso. Chanel le ha cambiado el nombre al perfume famoso. Ya no es número 5. Ahora es Chanel n.º3.