Alcarràs

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

OPINIÓN

16 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay un viento abrasador acunando las hojas de los melocotoneros y desde este lado de la pantalla casi se puede notar una riada calurosa que arrastra en su corriente recuerdos veraniegos de la infancia. Las tardes perezosas de siesta y los destellos de felicidad plena en medio de una tormenta eléctrica que precede discusiones acaloradas.

A veces no hay contratos, todo es de palabra. Y por eso es necesaria otra lengua para que se nombren correctamente y por fin poner las cosas claras. Y aunque sea Alcarràs, en realidad hay mil mundos proyectados en esa pantalla. La despedida eterna de un abuelo que se dice adiós a sí mismo y a su papel como patriarca. El joven que busca a aprobación y el alivio desesperado de las lágrimas que caen por una piel curtida en cien cosechas que ahora se acaban.

El arraigo, la tradición, crecer, la tierra, el futuro, la higuera, la tieta, la infancia. Y la necesidad imperiosa de volver, de enfrentarse de nuevo a la película en una noche casi veraniega de caricias soberanas. Romperse con el mismo chasquido de las ramas ante la mirada digna de quien observa, impávido, como la excavadora arrasa.

Hay un mensaje estrellado que reposa en la pantalla: recuérdame, cuando lloriquee, que a veces el mejor regalo es el que nunca se manda. O quizá sea una bolsa de conejos esparcidos en el umbral de aquella casa.