Me parece gravísimo que se haya filtrado el borrador de una sentencia del Tribunal Supremo estadounidense sobre el aborto: no estamos hablando solo del respeto a las reglas de juego y del deber de secreto sino de la salud institucional de uno de los países más poderosos del mundo (dejo aparte el análisis sobre la fuente y sus intenciones porque nada se sabe de ello, tan solo digo que no hay ningún objetivo que justifique esta traición y el enorme daño que se ha infligido a la institución).
Me parece gravísimo, en segundo lugar, que todo el mundo se haya apresurado a entrar a valorar el contenido del borrador, incluido Joe Biden, olvidando que solo cabe emitir valoraciones sobre hechos, y un borrador no es un hecho, en este caso solo lo es una sentencia: entre un borrador y un texto final hay un largo trecho y muchas cosas pueden cambiar entre medias. Por cierto, dudo mucho que esos apresurados opinadores se hayan leído con un mínimo detenimiento las 98 páginas del borrador (67 de sentencia propiamente dicha y 31 de dos apéndices documentales).
Más grave aún me parece que diferentes líderes demócratas hayan alentado a salir a la calle a protestar contra el borrador de la sentencia, con serios disturbios y ataques a la policía en algunas ciudades. Esto evidencia el doble rasero de los progresistas: ellos sí pueden protestar públicamente cuando algo no les gusta, no así los del bando contrario.