La extrema derecha crece en este desierto de líderes

José Luis Úriz EX PARLAMENTARIO Y CONCEJAL DE PSN-PSOE

OPINIÓN

YVES HERMAN | REUTERS

03 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Las últimas elecciones presidenciales celebradas en Francia han confirmado que el avance de la extrema derecha, al menos en Europa, sigue con paso firme. No es algo coyuntural, sino que tiene un claro carácter estructural y harían bien las fuerzas progresistas en analizarlo de esta manera. Los Orbán en Hungría, Le Pen en Francia, Morawiecki en Polonia o Abascal en nuestro país han venido para quedarse. Su ideología también, así como su intención de llegar al poder.

Sus características de populistas de extrema derecha suponen un peligro para la democracia europea, y ese populismo que los impregna les está permitiendo obtener apoyos en forma de votos de sectores que hace muy poco respaldaban a partidos de izquierdas o progresistas. Este fenómeno ya se observó en las elecciones en Madrid el pasado año, donde en lugares como los pueblos del antes denominado «cinturón rojo» hubo un trasvase hacia la extrema derecha no solo desde el PP, sino también desde el PSOE e incluso Podemos. Habría que recordar que este fenómeno ya fue observado anteriormente en Francia en lugares como Marsella, y lamentablemente desde la izquierda no se analizó en profundidad y con un espíritu autocrítico. Ahora nos toca sufrir sus consecuencias.

Quizás durante años hemos ido esquivando tantas balas que, al final, una nos dará en plena cabeza.

La izquierda, las izquierdas, sean españolas, catalanas o vascas, deberían a partir de estos instantes, comprender que contra este fenómeno solo vamos a poder luchar juntos, unidos, profundizando en lo que nos une y buscando puntos de encuentro en lo que nos separa, nos diferencia.

Quizás debamos recuperar el «no pasarán» que resonó en el Madrid de la Guerra Civil. Ponerlo en cada sede de PSOE, Podemos, PCE, Más País, ERC, Bildu o BNG, incluso ampliando a los progresistas de PNV y, juntos, frenar el impulso de la derecha extrema y la extrema derecha.

No tenemos ningún motivo para sentirnos aliviados tras las elecciones presidenciales en Francia. Antes al contrario, o reflexionamos de manera autocrítica y rápida, o da igual que sean galgos o podencos, nos van a destrozar.

Resulta curioso que una parte del potencial de apoyos que le llega a esa extrema derecha crecida sea desde la juventud. Lo que también nos debería llamar a la reflexión. Si observamos los líderes e intelectuales que tenemos, nos damos cuenta de que todos ellos superan la sesentena. Jeremy Corbyn, 72, Bernie Sanders, 80, o más recientemente Jean-Luc Mélenchon, 71. En nuestro país, apenas alguno como José Antonio Pérez Tapias, 67, Javier Pérez Royo, 77, o Luis García Montero, 66, mantienen las esencias clásicas.

Mal panorama para el futuro, especialmente teniendo en cuenta que las delgadas líneas rojas que impedían pactos de Gobierno entre las derechas extremas han saltado por el aire con el reciente acuerdo en Castilla y León entre PP y Vox.

O las izquierdas espabilan rápido o, a partir de ahí, al abismo. Veremos.

(Escribo esta reflexión una fecha emblemática, el 2 de mayo, y con el ruido de fondo del caso Pegasus y las noticias de espionaje a Pedro Sánchez y Margarita Robles. Me asomo a la ventana y veo la oscuridad).