San Chin Choon: robo con gracia

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

María Pedreda

26 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A medida que pasan los días, el atraco de las mascarillas en el Ayuntamiento de Madrid va perdiendo gravedad y ganando en gracia. Es verdad que estábamos en pandemia, que es dinero público, etcétera, pero que el proveedor malayo se llame San Chin Choon es una genialidad que no debemos pasar por alto.

Ahora está desaparecido, pero yo no dejo de imaginarme cómo se les habrá ocurrido semejante idea: «Ponle San Chin Drian; no, mucho mejor San Chin Choon», «Matías, pon otros chupitos que paga Almeida». Si el proveedor fuera árabe, le llamarían Al Kor Kón, pero les ha parecido más exótico que sea asiático y a mí me mola, porque últimamente los delitos estaban perdiendo la gracia.

El chino malayo con nombre de embutido nos ha estafado junto con los dos chorizos, pero el nombre bien vale una reducción de pena; ya está bien de que todos los delitos los cometan unos tipos con tres iniciales, que no sabemos si son chinos o de Albacete, y si su familia es o no de la aristocracia.

Para convencer «a los malayos», uno de los comisionistas solicita a su contacto en el ayuntamiento que pongan «muchos sellos y banderas», que a los chinos les encantan. A nadie parece sorprenderle tal petición y llenan la carta de recomendación de banderitas de colores; ojo, como el país de destino es pequeño, la carta va dirigida a la dirección «Gobierno de China. China».

Ante tantas evidencias, la fiscalía llama a declarar a los chorizos y les advierte de que no muevan ni el dinero ni las propiedades adquiridas con las comisiones, por si fuera exigible responsabilidad económica. Medina, el presunto aristócrata, pijo de Medinaceli, es el típico hombre deshecho a sí mismo; según la prensa, todo lo que ha tratado de emprender le ha ido mal. Su pasta ya ha volado.

Luceño es diferente. El hombre que daba charlas sobre la honestidad, la generosidad, la humildad y la integridad le responde al fiscal que todo lo ha ingresado «a nombre de Takamaka ya», una de sus empresas. ¡Cómo es la vida! A pesar de su origen rural en Garrovillas de Alconétar, ha llegado a Madrid y ha pasado de levantar piedras a «alzar bienes».

Solo encontrar a San Chin Choon o a su esposa Ze Zi Na, puede ayudarnos a deshacer este entuerto y recuperar el dinero. Si el juez conoce el código penal de la chacina, la sentencia será clara: cuatro años y un día a cada uno de los acusados en un secadero de embutidos, aunque, en este caso, yo propondría como atenuante el «robo con gracia».