Teleagonía

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

Ethan Miller

24 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No hace mucho que las familias se reunían para ver la televisión, hoy costumbre prácticamente extinguida, no solo porque las estructuras familiares han cambiado rotundamente —en España, los hogares unipersonales han pasado de un 10,8 % en 1990 a un 26,1 % y creciendo—, sino también porque el contenido de la tele es infumable y sus gestores se muestran incapaces de formalizar un cambio que la haga competitiva con los medios de comunicación que ofrece la red. Ni la variedad, ni el rigor, ni la neutralidad, ni la pluralidad, ni el interés que ofrece la red las alcanza la tele. O se reinventa pronto o presenciaremos la teleagonía.

Acostumbro a preguntar a la gente que trato cómo se informan y entretienen, y de los de cuarenta y cinco años para abajo prácticamente no ven la tele, salvo el fútbol o algún informativo. Es en los más talludos donde anida el hábito y la capacitación tecnológica escasa, lo que hace que la tele siga viva. Programas líderes durante años ya no interesan a los millenials, les importa un bledo Belén Esteban y Jorge Javier y prefieren seguir a su bloguero, youtuber o influencer favoritos.

Anduve removiendo datos de audiencias y llama la atención que, de los quince programas más vistos en los últimos años, todos fueron partidos de fútbol; luego algún debate o noticia relevante, y lo demás solo programas de entretenimiento, que ven mayoritariamente la gente mayor.

Tanto concurso redundante sobrecargado de emoción que dura una temporada para empezar otro del mismo corte. Informativos y tertulianos endémicos devotos de sus dueños y su tribu, exhibición de colectivos marginales como si fueran la normalidad (estadísticamente hablando), reporteros de guerra que solo muestran los dramas personales (otra vez la explotación emocional) y, eso sí, con más anuncios que programa. Toda esta tiranía desaparece en la red, donde uno elige a su criterio.

No hablemos ya de la plétora de televisiones autonómicas, que han devenido en una costosa antigüedad al servicio del amo de turno.

El aforismo de McLuhan «el medio es el mensaje» señala que la manera de percibir la realidad está en relación directa con la estructura y la forma de informar. Nada que ver la realidad del FAQS de TV3 o de Luar con la de los youtubers más seguidos.

McLuhan aclara que el medio no tiene contenido, es decir, que el contenido de cualquier medio es el usuario.

La mayoría de los usuarios actuales y futuros no muestran interés alguno por los contenidos que ofrece la televisión actual, son individuos más individualistas que buscan información y entretenimiento a la carta. Gentes que encuentran en la red sus singulares apetencias, lo que les hace más libres y mucho menos manipulables.

O eso espero.