Podemos y su juego de tronos

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

17 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La sorprendente caída de Yolanda Díaz del caballo republicano camino de ese proyecto transversal que no acaba de arrancar la ha enfrentado con algunas dirigentes de Podemos y sobre todo con Ione Belarra, secretaria general de los morados, que, en ese asunto, como en todos los restantes, se mueve por las consignas aprendidas en las asambleas de facultad cuando era una estudiante universitaria, como quien dice antes de ayer.

Entre ellas ocupa un lugar destacado la creencia de que la monarquía es una forma de gobierno reaccionaria, tanto como lo es progresista la república, simpleza que defienden Belarra y quien la hizo ministra, Pablo Iglesias, con la ciega fe del carbonero. Ciega, sí, porque desprecia la realidad que está a la vista con la misma simpleza necesaria para renegar de la ley de la gravedad tras observar que alguien que se cae de un sexto piso se espachurra contra el suelo. Veamos.

El primer dato que contradice a nuestros republicanos de salón es apabullante: existen muchas monarquías plenamente democráticas (todas las de Europa) y repúblicas autocráticas (de Rusia a Venezuela, pasando por el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla y las muchas satrapías africanas que son tan republicanas como corruptas y tiránicas).

Un nuevo dato resulta igualmente incontestable, salvo, quizá, para quienes por consumir muchas horas en ver Juego de Tronos carecen de tiempo para dedicar un rato a la instructiva lectura de la historia de los tronos de verdad: las primeras democracias en el mundo (sistemas representativos con sufragio universal) fueron casi todas monarquías (Nueva Zelanda, Australia, Noruega, Dinamarca, Reino Unido, Países Bajos o Suecia), países todos que figuran a la cabeza en el reconocimiento del voto femenino.

Por si no llegase todo lo apuntado, hay un dato adicional que solo ignoran, o fingen ignorar, quienes se han propuesto defender la república —lo que, ni que decir tiene, es plenamente legítimo— echando mano de argumentos que son indefendibles. Porque no es solo que democracia y monarquía fueran de la mano en muchos países en los primeros compases del siglo XX, sino que en la actualidad los países que se sitúan a la cabeza del mundo en calidad democrática son en buena parte monarquías parlamentarias. Según la clasificación de The Economist para el 2021, entre los seis primeros, cuatro pertenecen a ese grupo: Noruega, Nueva Zelanda, Suecia y Dinamarca.

La oposición monarquía/república tal y como siguen empeñados en plantearla Podemos y los nacionalistas (estos últimos creen además que la abolición de la monarquía sería un golpe mortal a la unidad de España) corresponde a una etapa de la historia de Europa en la que los regímenes monárquicos eran casi todos oligárquicos, de forma que ser republicano era una forma de luchar por la democracia. Pero eso fueron tiempos. Aquellos en que, en esta cuestión, como en otras tantas, siguen anclados en España separatistas e izquierdistas. Para unos y otros, ser antiguos es la forma más avanzada de modernidad.