¿Que Europa solo acoge a ucranianos?

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto EL QUID

OPINIÓN

CAPOTILLO

12 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La guerra desnuda el falso (o el pretendido) progresismo que inunda buena parte de los foros políticos y sociales en nuestros días —en los económicos, que no tienen más remedio que estar apegados a la realidad, porque si no la realidad tarde o temprano les atropella el bolsillo, no está tan extendido—. Son tiempos de clichés, eslóganes y mantras que transitan entre lo naif y la supina ignorancia, como «el que contamina, paga» (que le explique alguien a la ministra Ribera lo que contamina una fábrica de baterías de ion-litio o producir la mayor parte de la energía con la que se mueven los coches eléctricos, que no procede de renovables). O esa muletilla del «no a la guerra», como si el resto del mundo viviéramos en un ardor belicista permanente. Con «no a la guerra» ya está todo solucionado. Me imagino a esos mismos, el día después de que un misil nuclear borre Kiev del mapa, diciendo «no a los misiles», y se quedarían tan anchos. O en 1939, cuando Hitler invadía Polonia y cargaba vagones con judíos rumbo a los crematorios: «No a la guerra».

La guerra, como decía, muestra la verdadera cara de esos pacifistas de salón, adalides de la solidaridad universal, reivindicadores de la alianza de civilizaciones y que estos días se ponen de perfil cuando hay que aplaudir al presidente de un país invadido. O enviarle armas. Saben que en Moscú hay un fascista de manual, un ultra, pero como no lleva el marchamo derecha detrás, como es «uno de los nuestros», prefieren sentarse y cruzarse de brazos.

Dentro del argumentario progresista ha calado hondo una idea que se repite: la de que la extraordinaria acogida que está brindando Europa a los millones de refugiados que huyen de Ucrania supone un agravio comparativo respecto al trato que reciben los inmigrantes procedentes de otras «culturas», regiones, países o continentes. Es una idea perversa y hasta con tintes xenófobos, ya que, aseguran, el hecho de que las víctimas de Putin tengan la piel y los ojos claros hace que se estén beneficiando de un trato de favor. Luego, si le damos la vuelta a la tortilla, habría que discriminarlos por no tener la tez oscura.

Pero sobre todo es una manipulación monumental de la realidad. ¿Que Europa solo acoge a ucranianos? Que se lo digan a los habitantes de Lampedusa. O a los de Ceuta y Canarias. O a los de Lesbos. El 11,5 % de la población española son inmigrantes, un total de 5,4 millones de personas; en Italia son 3,5 millones, en Francia 8,3 millones, en Alemania 13,1 millones... No todos son refugiados, pero nadie emigra sin necesidad. Europa acogió a Europa en la segunda mitad del siglo XX —y los gallegos lo sabemos bien— y en el XXI lo sigue haciendo con el resto del mundo. Vienen de África, de Siria o de Afganistán y les abrimos las puertas dentro de nuestras posibilidades, e incluso por encima de nuestras posibilidades. Como esa caboverdiana de Arteixo que acomodó en su casa a cinco ucranianos o la familia de Vigo que metió en sus pisos turísticos a 18 refugiados, renunciando a los ingresos. ¿De qué son culpables?