Ahora llega la reduflación

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

02 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Recordamos estos días a aquellos personajes que, medio en serio medio en broma, decían en anteriores crisis energéticas que a ellos no les afectaban los encarecimientos de las gasolinas. «Total, siempre echo mil pesetas», solían decir. A estas alturas, por el equivalente a las mil pesetas les iban a dar apenas tres litros del preciado líquido, lejos de los necesarios para llenar el depósito.

El caso se repite ahora con otros bienes. Quien hace un mes pagaba dos euros por una bolsa de guisantes de un kilo hoy seguirá pagando los dos euros por una bolsa de guisantes, pero estos pueden ser solo ochocientos o novecientos gramos. Es solo un ejemplo de un fenómeno que no es nuevo, aunque tiene un nombre que sí es novedoso: reduflación. Consiste en reducir la cantidad de un producto, generalmente envasado, manteniendo o incluso subiendo su precio.

El término apareció originariamente en inglés, shrinkflation, un cruce de shrink (‘reducción, recorte') e inflation (‘inflación'). No se prestaba a una fácil adaptación al español (¿esrinflación?), por lo que se optó por construir un sustantivo por el método de los británicos: un cortecito por aquí y reducción se queda en redu-; otro por allí y dejamos inflación en -flación. Se pegan y se obtiene reduflación.

Hay quien se pregunta si esta voz es necesaria, pues ya teníamos sisa, nombre que se da a la parte que se defrauda o se hurta, especialmente en la compra diaria de comestibles y otras cosas. Pero se refiere sobre todo al dinero, y quien sisa es el encargado de la compra: Cada vez que su madre lo manda al súper, le sisa un par de euros. Aunque también se ha empleado para expresar que el vendedor escamotea producto al comprador, acción más propia de tiempos caracterizados por la cutrez y las ventas a granel, cuando algunos tenderos aguaban el vino y sisaban al pesar.

Pero si sisa no vale por reduflación es porque en la primera hay hurto y en la segunda no. En algún lugar del paquete se indica, a veces con letra pequeña, la cantidad de lo que contiene. En el estante suele haber una etiqueta donde en letras bien visibles se informa del precio. Pero la clave está al final del papelito, donde aparece el precio por unidad de medida. Ahí es donde el consumidor atento y con buena vista tomará conciencia de que es víctima de la inflación.