Sánchez, la gasolina y el noble arte de la improvisación

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

Pedro Sánchez, durante una intervención en el Congreso de los Diputados.
Pedro Sánchez, durante una intervención en el Congreso de los Diputados. Eduardo Parra | Europa Press

Detrás de las decisiones del presidente no hay un sofisticado sistema de planificación, sino un «tira que libras» que, de momento, le está saliendo bien

02 abr 2022 . Actualizado a las 10:02 h.

Cuando un cronista, un reportero o un columnista improvisa cinco o seis párrafos con su mejor intención, el tiempo que la vida consiente y el talento con el que mal que bien se ha levantado esa mañana, solo él padece la manida soledad del folio en blanco, solo sus colegas pueden medio empatizar con él. Y mientras tanto, el resto del planeta imagina a nuestro amigo periodista sentado en el centro de un tribunal de pensadores, inquisidores, estrategas y lobistas revisando cada sustantivo y alentando cada complemento circunstancial, con el objetivo común de defender quién sabe qué intereses espurios, utilizando al autor de la pieza como un mero taquígrafo, por no decir cíborg. Lo siento, pero es todo mucho más sencillo y aburrido.

Pedro Sánchez le ocurre algo parecido. Imaginamos que todas y cada una de sus decisiones, sus frases, sus gestos, el color de su corbata o el corte de pelo están minuciosamente planificados por una corte de asesores, gurús y pelotas que cada mañana salen de la cama con la noble tarea de levantar España o jorobarle la vida quienes vivimos en ella, según el color del cristal del observador. 

De nuevo, es todo mucho más simple. Detrás del no es no a Rajoy, de la ruta del desagravio por todas las casas del pueblo con el Peugeot 407, de la moción de censura Frankenstein que siempre hemos atribuido a la infalible mente de Iván Redondo... Detrás de todas las medidas que hubo que acometer durante la pandemia. Del volantazo ahora en el Sáhara. Del órdago de la semana pasada en Bruselas. O de la chapuza de este viernes con los combustibles, los gasolineros reinventados en prestamistas del Estado, colas que parece Kiev… Detrás de toda esa relación de decisiones que tanto están afectando a nuestras vidas no hay más que una habilidad asombrosa para la improvisación. Un «tira que libras» que, de momento, le está saliendo bien.

Quienes han trabajado codo con codo con Sánchez lo atestiguan: la capacidad para hacer planes no pasa del siguiente telediario, como mucho de las sextas noches sabatinas y de las columnas de los diarios dominicales. Y si la cosa se pone muy fea, se le encarga una nueva chaqueta a medida a Confecciones Tezanos. 

Pedro Sánchez ha nacido de pie. Como le ocurre a Macron, seguramente compran los espejos en la misma tienda que Cristiano Ronaldo. Con esa autoestima que Dios le dio, le resbala lo que la gente piense de él y además tiene la baraka de Aznar (a Jose Mari le resultaba demasiado ordinario usar el término potra) multiplicada por infinito.

Su problema es que todo tiene un límite. Como el chiste: mira mamá sin manos, mira mamá sin piernas... mira mamá sin dientes. La tormenta perfecta ha llegado tantas veces que se cree a salvo del lobo como el cerdito de la casa de ladrillo. Pero la actual ciclogénesis no son cuatro gotas. Es un tren de borrascas que auguran un invierno largo, duro y doloroso para todos. De modo que sí, seguimos pensando que Feijoo será presidente. Pero desde ya debe interiorizar que enfrente no tiene a Touriño y a Quintana, sino al Houdini de la política española.