Hace algo más de cien años, el mundo sangró por la Primera Guerra Mundial. En aquel conflicto España oficialmente fue neutral, pero muchos españoles eligieron bando. Había germanófilos y aliadófilos. Sus posturas enfrentadas dieron lugar a no pocas tensiones, como puede verse en hemerotecas de medios con tanta historia como la de La Voz.
Ahora que todos sufrimos las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania, hay menos dudas. España no lucha sobre el terreno, pero tiene claro quiénes son los nuestros. Oficialmente, en las barras de los bares, en las tertulias y en las redes. Los prorrusos son minoría. Están en todo su derecho de simpatizar con la causa del Kremlin. Es más dudoso asumir como verdad la propaganda de Moscú.
Hay dos tipos de agentes de Putin en nuestro patio. Unos se dicen de izquierda y viven anclados en el pasado. Otros, son cautivos del verdadero choque ideológico de nuestro tiempo, el que enfrenta a las democracias liberales con los regímenes autoritarios. Sus amistades son elocuentes. Apoyaban a Trump. Elogian a Orban y Le Pen. Coqueteaban con Putin. Rechazan que se le retiren medallas al despiadado zar. ¿Quiénes son? Es fácil de explicar si mezclamos el viral Wordle con la entrañable Ruleta de la fortuna. Ponemos una V y una X. Compramos una vocal, la o. Y se despeja la incógnita.