Un Gobierno pasmado y ausente

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Juan Carlos Hidalgo | Efe

24 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca, en lo que llevamos de convulsa legislatura, he percibido al Gobierno tan aturdido. Ensimismado en sus querellas internas, sobrepasado por los acontecimientos y como ausente. Mientras el incendio de Putin se propaga por la economía, los precios se disparan, miles de camioneros están en huelga y la conflictividad social se extiende, la Moncloa transmite síntomas de parálisis. De impotencia o de resignación ante la tormenta. Como el rey pasmado al contemplar el cuerpo desnudo de la reina, según lo describió Torrente Ballester. O, más propiamente, como el boxeador sonado que, después haber resistido el duro castigo al que fue sometido, aguarda resignado el golpe decisivo que lo tumbará en la lona. Y que, en vez de reaccionar con agilidad y urgencia, todo lo fía al último asalto: un improbable acuerdo europeo que frene la escalada de precios y un milagroso paquete de medidas que, con la casa en llamas, aplaza hasta el próximo día 29.

La respuesta a la huelga del transporte constituye una prueba evidente de la apatía y desorientación del Ejecutivo. Evito detallar los gruesos errores perfectamente descritos ayer por mi tocayo Fernando Ónega: acusar a los transportistas de estar mangoneados por la extrema derecha —una manera de negar el problema y su raíz—, convocar al diálogo solo a los que no están en huelga e improvisar una cifra aleatoria —500 millones— para comprar el armisticio. La ministra Raquel Sánchez pasará a la historia por sus novedosas aportaciones a la resolución de conflictos. Negociación innovadora: si usted quiere parar una huelga en la fábrica, no hable con los huelguistas o sus representantes, hágalo con los trabajadores que la rechazan. Y resultado igualmente inédito y sorprendente: el diálogo sirve, por primera vez en la historia, para echar gasolina al incendio. Fenadismer, la segunda patronal del sector, llegó a la mesa en son de paz y la abandonó para tomar las armas. Alguien, señora ministra, debería hacérselo mirar.

No encuentro explicación plausible a la actitud contemplativa del Gobierno. Ucrania trastocó su agenda, que fijaba para esta hora la miel de la recuperación y el maná de los fondos europeos, y no ha sabido recomponer su marco de prioridades. O consideró quizás que, una vez desarbolado por un tiempo el primer partido de la oposición, ya puede sestear plácidamente. Ayer mismo, interpelado en el Congreso, Pedro Sánchez se limitó a cargar contra Pablo Casado y herederos. Leña del árbol caído y leña del mismo árbol.

Enfoque erróneo, señor presidente. Que no lo confundan sus asesores de la vieja escuela. Su enemigo ya no tiene carné político ni reside en las sedes del PP o de Vox. Ahora anida en el supermercado y su voracidad es enorme. Primero engulle el dinero de la gente y después, de postre, comienza a devorar empleo. Y, entre bocado y bocado, se traga al gobierno de turno. Digámoslo con claridad: ningún gobierno del mundo aguanta durante largo tiempo una inflación desbocada. Mucho menos aquel que, abraiado, asiste a la carnicería de brazos cruzados.