Feijoo, Ancelotti y el miedo escénico

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

Sandra Alonso

El presidente de la Xunta, como el entrenador blanco, gana en casa. Pero desde que ha saltado a las grandes ligas, va de error en error

25 mar 2022 . Actualizado a las 10:32 h.

Hablemos en términos futbolísticos, lengua franca en ausencia del inglés. El centro derecha pensaba que Feijoo iba a ser Xavi, el nuevo Guardiola. Control de juego, tikitaka, presión en toda la cancha, un portero que la toca mejor que Schuster y garantiza rigor defensivo… Volverían los años de esplendor en la hierba, tras una merecida travesía del desierto por culpa de Mariano y Soraya.

Pero de momento, Alberto es Ancelotti. Gana al Rayo. Pero en cuanto han llegado los vitorinos, se ha vuelto loco con el once, ha puesto a Modric de media punta y lo ha fiado todo a las galopadas de Vinicius, gracioso como él solo, pero a quien el domingo solo le faltó que los del Barça le pusieran orejas de burro. Y hasta aquí la crónica deportiva. 

Hablemos ahora de política. Sabíamos que Feijoo era un gran camaleón. Votante de Felipe y Aznar, si fuera de la generación Z lo llevaría tatuado. Dúctil para manejarse en una explotación ganadera de Frades o en una entrevista con Federico. Galleguista tranquilo como Fraga, aprendió de los errores del viejo patriarca y no ha dejado que crezca la hierba bajo sus pies. Por eso a duras penas conocemos los nombres de los conselleiros y aún nos acordamos de Cuíña, Manolita López Besteiro o Vázquez Portomeñe.

Hemos visto a dos Albertos desde que el mundo se dio la vuelta. Mientras el covid y Sánchez nos tenían confinados, Feijoo estuvo a la altura y, perdón por el topicazo, practicó la crítica leal y constructiva. Urkullu barría para casa. Torra, que en gloria esté, ponía a los mossos en la frontera con Huesca. Pero de la boca de Feijoo solo salieron palabras para acatar y acompañar. En una guerra no se lleva la contraria al que manda. Que se lo pregunten al asesor ruso que acaba de salir pitando rumbo a Estambul.

El camaleón mudó de piel tras la cuarta mayoría absoluta, julio del 2020, cuando ya comenzó a pergeñar la pinza con Ayuso a Casado. En su descargo hay que decir que también veleteó Sánchez, que decidió que el covid era un aburrimiento, se lo encalomó a las autonomías y emprendió aventuras mayores.

Ahora, en su desembarco en Madrid, Feijoo va de gamba en gamba. A saber: Quiere volver a la capital para recuperar la libertad. Ha hecho el Don Tancredo en el asunto de Castilla y León. La ha liado parda con la violencia intrafamiliar. Ha acusado al gobierno de forrarse con la subida de las energías. Se ha tenido que disculpar por llamar autista a Sánchez. Y ha bromeado con la ansiedad de Ana Pontón. 

Grandes ligas. Miedo escénico. Ancelotti y Feijoo, Carletto y Alberto. Al segundo le puede salvar que ningún gobierno aguanta un largo invierno de inflación. Pero urge repensar la táctica.