¿Coalición? ¿Qué coalición?

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

JUAN MEDINA | Reuters

22 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En el punto en el que estamos, podemos decir ya que en España no hay un Gobierno de coalición como tal, sino un Ejecutivo socialista —o más bien sanchista— al que Unidas Podemos presta sus votos sin más contrapartida que cuatro sillones en el Consejo de Ministros, vacíos de contenido, y una vicepresidencia que actúa más bien de niñera de esos ministrillos. En ninguna coalición digna de tal nombre puede ocurrir que un socio se entere por la prensa —o, peor aún, por un comunicado del reino marroquí— de que el Ejecutivo del que forma parte ha dado un giro diplomático histórico que acaba con lo que España ha defendido durante décadas respecto al conflicto del Sáhara.

Más allá de lo que se opine de un paso muy arriesgado, con muchas más aristas y secretos de los que nos cuentan, es obvio que darlo sin informar no ya a la oposición, sino a tu socio, es una humillación que parece hecha a propósito para demostrar que uno manda y otros solo figuran. Si a ello se une que el Sáhara es un tema clave para Podemos; que el socio se enteró de que el Gobierno del que forma parte enviará armas ofensivas a Ucrania un minuto antes de que se anunciara, y que a la pataleta de la ministra Belarra Sánchez respondió redoblando el desafío y anunciando un aumento del gasto en Defensa y una bajada de impuestos en plena ofensiva de Podemos para subirlos, solo hay dos hipótesis.

Una, que Sánchez pasa ya olímpicamente de sus socios de Gobierno y se ha desenganchado de ellos para gobernar a su antojo hasta el fin de la legislatura, entre centrista, pragmático y Rey Sol, porque sabe que, por mucho que levanten la voz, no se irían del Ejecutivo y dejarían su poltrona ni aunque mañana mismo anunciara una amnistía fiscal para los defraudadores. Entre otras cosas, porque a dónde iban a ir algunos de ellos con semejantes currículos.

La otra hipótesis es que Sánchez tensa la cuerda artificialmente para que sean sus socios los que le den un pretexto para adelantar las elecciones. Ocurre que tanto en el PP como en Unidas Podemos sospechan más bien de esta segunda tesis. Los populares, porque creen que Sánchez es perfectamente capaz de la artera maniobra de llamar a las urnas en plena guerra, con el PP tratando de reubicarse e inmediatamente después de que haya pactado con Vox en Castilla y León. Y en Podemos, porque creen que el líder del PSOE se ha dado cuenta de que la guerra ha abierto los ojos al votante de izquierda, que no está ya para votar a Belarras y Monteros, sino a tipos como Scholz o Macron, en cuyo espejo se quiere mirar Sánchez. Y cuanto menos tiempo tenga Yolanda Díaz para armar algo razonable, mejor.

El miedo a que, si espera demasiado, la escasez generada por la guerra y la caída del empleo multipliquen las revueltas en la calle, jugaría también a favor del adelanto. De ahí que el ala socialista del Ejecutivo se esmere en asegurar que las actuales protestas contra ellos no las alientan indignados de todas las ideologías, sino la extrema derecha. En todo caso, si hay elecciones o no, Podemos se enterará por la prensa.