Debate: ¿hay que poner límites claros al uso de internet y de los dispositivos móviles por menores?

Los expertos alertan de los efectos nocivos que tiene el abuso de las pantallas y aconsejan a los padres una «dieta digital» para que sus hijos puedan hacer un uso sano de la Red.

El reciente parricidio de Elche, en el que un menor mató a sus padres y a su hermano porque le habían castigado sin acceso a internet, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre si hay que limitar el acceso de los jóvenes a los dispositivos móviles y a la Red. Los especialistas recuerdan los efectos nocivos que tiene el abuso de las pantallas en la salud física y mental, así como la posibilidad de desarrollar adicciones o ser víctimas del tráfico de datos. Pero también reconocen que el crecimiento como personas incluye las habilidades digitales y, por ello, los padres deben ayudar y acompañar a sus hijos para que hagan un uso sano y equilibrado de la Red y los smartphones.


Un equilibrio entre la vida «offline» y la vida «online»

Hoy en día, las familias se enfrentan al reto de proteger y educar a sus hijos en un entorno crecientemente digital, una cuestión que puede resultar complicada para muchos padres y madres que, en gran parte, no son ni nativos ni expertos digitales.

No es fácil enfrentarse a los retos de una educación digital cuando quizás no disponemos del tiempo necesario que quisiéramos, o tal vez nos falten conocimientos sobre el medio y sobre los riesgos que se esconden detrás del uso de las tecnologías e internet.

Por eso mismo, es importante que nuestros hijos tengan a su lado padres y madres «digitales» que los acompañen y guíen en todo el proceso de crecimiento junto a las tecnologías, y que también les faciliten una serie de pautas y rutinas que aseguren un uso sano y equilibrado.

Los menores empiezan a hacer uso de la tecnología cada vez a edades más tempranas y no existe una respuesta correcta para determinar cuándo es el momento perfecto para introducirles en el entorno digital, así que, más que preocuparse por el cuándo, hay que centrarse en el cómo.

Es fundamental encontrar un equilibrio entre la vida offline y la vida online que nos permita, como padres, asegurar un buen entorno digital creando un ecosistema sano y saludable en familia. Para ello, lo más importante es entender que el mundo digital es como el mundo natural, donde también tienen que existir una serie de normas y no se puede permitir que un menor entre a el a ciegas y haga un abuso indiscriminado. Al igual que los educamos y ponemos límites en el día a día, tenemos que marcarles ciertas pautas y rutinas cuando hacen uso de la tecnología, asegurando su balance y bienestar digital.

A este concepto de balance lo solemos llamar «dieta digital». Idealmente, una buena dieta digital debe tener espacio para el ocio, el entretenimiento y el juego, así como para la educación, la comunicación con los demás, e incluso momentos digitales en familia. Todo ello en un balance que nos permita conseguir nuestros objetivos personales en la vida y apoye los de los demás.

El mundo digital ofrece innumerables ventajas, pero también conllevan una gran responsabilidad. La educación y madurez de los menores es progresiva y diferente, por ello el acompañamiento, la comunicación y los límites son imprescindibles para garantizar su bienestar digital.

El hecho es que nuestros hijos, a medida que crecen, han de poder llegar a disfrutar de un acceso a internet propio como parte de su desarrollo y crecimiento. Nuestro éxito como padres y madres es conseguir llegar a la meta de la independencia tecnológica de nuestros hijos sintiéndonos orgullosos del viaje realizado y su resultado: personas responsables y equilibradas en convivencia tecnológica con los demás.

Autor Eduardo Cruz CEO de Qustodio (plataforma de seguridad y bienestar digital para familias)

Limitar el tiempo de uso de las pantallas por salud física y mental

Las llamadas «adicciones a las pantallas» presentan una mayor incidencia entre los niños y adolescentes debido al alto grado de penetración de las nuevas tecnologías en estos grupos de edad.

En términos generales, las personas realizan un uso correcto de las nuevas tecnologías cuando lo hacen para divertirse, comunicarse o jugar y disfrutan con ello (siempre y cuando respetemos los contenidos acordes a su edad). Naturalmente, no hay señales de alarma si el uso que hacen de ellas no interfiere en sus obligaciones escolares, familiares y sociales o en sus actividades de tiempo libre.

Sin embargo, comienza a haber indicios de empleo inadecuado cuando el incremento del uso produce una interferencia grave en la vida cotidiana y la persona pierde interés por otras actividades; por ejemplo, comienza a relegar las tareas escolares y a ausentarse de actividades extraescolares o de eventos sociales. Es decir, la vida empieza a girar en torno a «las pantallas» en detrimento de cualquier otra actividad. Como consecuencia, comienzan los conflictos con los padres y la negación, por parte del adolescente, de la existencia de un problema, al tiempo que aparecen las mentiras y las manipulaciones para dedicar más tiempo al ordenador, la consola o el móvil.

El papel de la familia como agente preventivo es incuestionable, en el área de «las pantallas» y en cualquier otra. Los progenitores tenemos la responsabilidad de informar/formar a nuestros hijos de los riesgos que corren, enseñarles a hacer un uso razonable y responsable, dirigir y supervisar su comportamiento, pero, sobre todo, protegerles con el ejemplo coherente de nuestros propios actos.

Diversas organizaciones especializadas como la Academia Americana de Pediatría plantean que los niños menores de 12 años no deben emplear estas pantallas sin control. Así, los bebés de 0 a 2 años no deben tener contacto alguno con estas tecnologías; de 3 años a 5 años deberían solo usarlas una hora al día, y de 6 a 18 años solo dos horas al día.

¿Por qué debemos supervisar los progenitores este tiempo? Determinadas partes del cerebro, como el córtex prefrontal y el sistema límbico, que incluye estructuras como el hipocampo, la amígdala, el núcleo accumbens y el hipotálamo, entre otras, son sometidos a esta reorganización durante la adolescencia, lo que le supone una cierta incapacidad para autocontrolarse, controlar los impulsos, planificar, organizarse, entre otros, lo que les dificulta controlar el tiempo de uso de las pantallas.

Los niños/adolescentes deben realizar, según recomendación de la OMS, unos 60 minutos al día de actividad física. El excesivo uso de las tecnologías puede limitar su actividad física/deportiva. Este sedentarismo puede llevar a un aumento de la obesidad y a problemas de salud vasculares o cardíacos e incluso diabetes. Contribuye al aislamiento social, y por supuesto afecta al rendimiento académico.

Los jóvenes que utilizan de noche estos aparatos en sus habitaciones suelen tener más dificultades para conciliar el sueño. Los padres no suelen supervisar el empleo de la tecnología en sus habitaciones. Esa falta de sueño afecta a su rendimiento académico y a su propio crecimiento.

La asociación e interacción entre la utilización excesiva de las pantallas y depresión, ansiedad, trastornos afectivos o conductas como el sexting o grooming van en aumento.

Las redes sociales viven de la venta de datos a empresas, esto es así porque el usuario ha aceptado una política de consentimiento de venta a terceros. Los videojuegos, de la venta de gemas o skins. Los algoritmos les permite personalizar los productos que les ofrecerán casi de manera personalizada y es muy probable que sin control parental sucumban ante tanta promoción y oferta. ¡Viven de ello!

Las pantallas y nuevas tecnologías son parte de la vida de nuestros hijos en la actualidad y tampoco se las podemos prohibir. Pero nunca las pantallas deberían sustituir a la lectura de un cómic/libro, a los momentos de juego con los amigos o a pasar tiempo activo con la familia. Tenemos que intentar prevenir los efectos adversos y que nuestros hijos dediquen a las pantallas solamente las horas adecuadas.

Autor Manuel Isorna Folgar Profesor de la Facultad de Educación y Trabajo Social. UVigo
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