Salario mínimo, una cuestión ética

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Alejandro Martínez Vélez | Europa Press

10 feb 2022 . Actualizado a las 08:54 h.

Para este comentarista no hay tema más difícil que el de la subida del salario mínimo. Es difícil porque todas las partes tienen razones y nadie tiene la razón absoluta. Tiene razón la ministra de Trabajo desde su perspectiva transversal de fondo comunista, porque un gobierno de progreso tiene que dar pasos, aunque sean pequeños, hacia la igualdad social. Tienen razón los sindicatos, porque llevan muchos años pidiendo llegar a 14 pagas de 1.000 euros y parece de justicia que ganen esta batalla. Y tienen razones los empresarios, porque son los que tienen que pagar lo que otros deciden que paguen; porque, con Sánchez, llevan incrementos que suponen un 30 por ciento, y porque a los 1.000 euros hay que añadir el coste de las cotizaciones. Si todavía no se han repuesto de la crisis del coronavirus, un impacto salarial de este calibre puede poner en peligro la cuenta de resultados de bastantes empresas.

En este debate me falta otra consideración: ¿es posible que en la España del 2022 haya unos dos millones de personas que estén cobrando 965 euros después de todas las subidas desde el año 2019? Sí, señores, no solo es posible, existen. Y eso, añadido al alto nivel de paro, justifica los índices de pobreza que revelan los sucesivos informes de Cáritas. Por lo tanto, mi conclusión primera es que la subida del salario mínimo es tanto una cuestión ética como económica. Es una cuestión ética, porque una sociedad desarrollada como la española no debiera tener ese agujero en sus niveles de bienestar.

Digo más: me parece escandaloso que la frecuente publicación de los millonarios ingresos de directivos del Ibex no produzca ningún debate y los 35 euros del salario mínimo estén llenando horas de tertulias en los medios audiovisuales. Me parece deprimente que cada vez que sube ese salario aparezcan voces que alegan que se atenta contra la creación de empleo, como si la masa salarial más baja fuese la causante del paro. En septiembre se aseguró que se dejaban de crear 140.000 puestos de trabajo. Ahora se dice que afectará a 100.000. Segunda conclusión: si los inversores dejan de crear empleo por esos 35 euros, muy mal está su tesorería empresarial. No aguantan un vendaval parecido al del coronavirus.

Este es, o me lo parece, el panorama. Expresarlo así no es ser de derechas ni de izquierdas. Creo que es tener un elemental sentido de la equidad. Por tanto, en la polémica abierta entiendo que sería preciso un generoso sacrificio de todos: de quienes más ganan, para que renuncien a parte de sus ingresos. De quienes pagan, para que renuncien a una mínima parte de sus beneficios. Y eso no se logra dictando una subida desde el Gobierno. Tampoco con medidas fiscales sobre las rentas altas, que eso se lo lleva la voracidad de un Estado sin fondo. Se logra con un sentido de la justicia que conduzca a un auténtico y ambicioso pacto social.