
Enero siempre ha sido un mes nefasto para el empleo. Remata la Navidad y miles de trabajadores contratados para la ocasión vuelven a cruzarse de brazos. Enero del 2022 parecía predestinado a convertirse en un mes singularmente perverso. A su tradicional sesgo destructivo se unía la cresta de la sexta ola de la pandemia y las restricciones aprobadas para frenar el ómicron. Un tercer elemento contribuía a alimentar los pronósticos de los agoreros: recuperado el nivel previo a la crisis, con la recuperación de 840.000 empleos durante el año pasado, quizá los efectos del impulso se habían extinguido y llegaba la corrección a la baja.
?No fue así. Contra todo pronóstico, contra el viento de invierno y la marea del covid, el mercado laboral coronó con éxito la cuesta de enero. Nunca, desde finales del siglo pasado, el paro creció menos en un mes de enero: 17.173 desempleados más. En 2016, el mejor registro cosechado hasta ahora, había aumentado tres veces más. Y en 2020, cuando todavía no intuíamos lo que se nos venía encima, quintuplicó con creces la cifra de este enero.
En cuanto al empleo, la reducción de cotizantes a la Seguridad Social también es menor a la de los últimos años. De hecho, en términos desestacionalizados para medir los meses con el mismo rasero, se registró un aumento de 72.000 trabajadores. La recaída en la hostelería se compensó con incrementos en sanidad, educación y comercio. Lo que indica que el ritmo de creación de empleo no ha perdido fuelle y que todavía queda margen de crecimiento.
Pero los datos publicados deparan también una grata sorpresa: un récord de contratación indefinida. De los 1,6 millones de contratos de trabajo firmados en enero, 238.672 son indefinidos. Quince de cada cien: un porcentaje nunca alcanzado. Sin duda, porque no existe otra explicación razonable, un efecto positivo de la reforma laboral que lleva un mes en vigor y que hoy será sometida al plácet del Congreso. Lo que demuestra que el acuerdo social, avalado por patronal y sindicatos, constituye una herramienta útil para reducir la temporalidad y precariedad en el mercado laboral.
Son buenas noticias en general, susceptibles de diversas lecturas e interpretaciones, que no deben inducir a lanzar las campanas al vuelo. Pero tampoco a tergiversar y manipular los datos —mentir, en lenguaje llano— para fomentar la leyenda de la catástrofe. He aquí un botón de muestra: «Ha sido aprobada la reforma y sube el paro, van a acabar con la temporalidad mandándonos a todos los españoles al paro». Son palabras de Teodoro García Egea, secretario general del PP, ayer campeón mundial de lanzamiento de huesos de oliva y hoy aspirante al cetro de embustero mayor del reino. En el verano del 2012, cuando fue aprobada la reforma laboral del PP, la tasa de paro en España alcanzó un récord absoluto: 25,02 %. En el primer enero tras aquella reforma se destruyeron 263.243 empleos. Pero en la oposición no había un García Egea, ni tanta incontinencia verbal, ni tanto insulto al sentido común.