Hay que evitar una espiral inflacionista

Juan Manuel Vieites PRESIDENTE DE LA CONFEDERACIÓN DE EMPRESARIOS DE GALICIA

OPINIÓN

30 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Efectivamente, el IPC cerró 2021 en el 6,5 %, dos décimas por debajo de lo esperado, pero en máximos y datos nunca vistos desde 1992. El encarecimiento de la luz, de los alimentos, y de los hoteles y restaurantes han derivado en esta situación.

Se trata de un aumento transitorio de la inflación, que continuará alta, aunque con la previsión de que se comenzará a moderar en la última parte del año, cuando se espera que el impacto de los precios de las materias primas sobre la inflación general se vaya desacelerando, lo que, unido a que la subyacente continuará en niveles moderados, serán factores atenuadores de la inflación. Los precios energéticos constituyen el componente más inflacionista del IPC, con una tasa interanual del 40,2 %, si bien comienza a observarse una moderación de su incremento. También las previsiones apuntan a una desaceleración del precio del petróleo durante los próximos meses, por lo que su repercusión sobre la inflación general se irá reduciendo.

En este sentido, desde la Confederación de Empresarios de Galicia defendemos la moderación salarial y no vincular los sueldos a la inflación, tal y como ya han hecho desde el Banco Central Europeo y el Banco de España. Instamos de esta forma a la prudencia, para que no haya efectos de segunda ronda que generen un aumento de la misma. De otra forma entraríamos en una espiral inflacionista mayor en España, muy por encima de la media europea, que les puede acarrear a las empresas una gran pérdida de competitividad.

Se trataría de un problema añadido a la difícil situación que ya afrontan en estos momentos. Y es que las compañías están asumiendo importantes costes de producción que apenas se están trasladando a los precios finales, como muestra una inflación subyacente en tasas moderadas. Todo esto implica una reducción significativa de los márgenes empresariales en un momento delicado para muchas de ellas, tras meses de crisis y restricciones a la actividad.

Este incremento de costes y reducción de márgenes a raíz del incremento de los precios de la electricidad, del petróleo y de las materias primas les está afectando sobremanera a su rentabilidad —poniendo en riesgo la producción—, y por ende a su viabilidad.

En definitiva, nos encontramos en una situación delicada en la que el modelo laboral aplicable debe aportar estabilidad futura a las compañías, así como la productividad y competitividad adecuadas que les permita seguir creando riqueza y empleo.