¿Qué pasará en Portugal?

Francisco Carballo-Cruz PROFESOR DE ECONOMÍA, UNIVERSIDADE DO MINHO

OPINIÓN

MIGUEL A. LOPES | Efe

28 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Contrariamente a lo que indicaban las encuestas a principios de año, las elecciones portuguesas de este domingo se decidirán por un margen relativamente estrecho, en una contienda en la que de antemano no hay un claro vencedor. La ventaja que el PS (centro-izquierda), de António Costa, tenía al principio de la campaña se ha ido disipando por la capacidad del PSD (centro-derecha), de Rui Rio, para movilizar a sus simpatizantes y acoger a los desencantados con un CDS-PP (derecha-democristiana) en evidente decadencia. También por su capacidad para arañar votantes en el centro, que el PS ha dejado desatendido en su lucha por atraer a los de izquierda desencantados por la estrategia de sus socios parlamentarios.

La campaña se ha caracterizado por una polarización creciente, con constantes llamadas al voto útil de los dos grandes partidos, por el esfuerzo del Bloco de Esquerda (izquierda) y del Partido Comunista por evitar un descalabro que los haga políticamente irrelevantes, y por la lucha por la supervivencia del histórico CDS-PP, que avanza de forma irremediable hacia una insignificancia probablemente irreversible. En estas semanas de llamada al voto hay que destacar también el considerable crecimiento de Iniciativa Liberal (derecha-liberal), que con propuestas valientes ha puesto en evidencia la monotonía de los programas electorales tradicionales; y el gran salto del Chega (extremaderecha), que atrae a votantes descontentos ungidos por la desafección, que culpan a la diferencia y al cambio de todos sus males.

Además de la proximidad entre grandes partidos y bloques (izquierda-derecha) y del gran número de indecisos que se anticipan, la incertidumbre del resultado viene dada también por los altos niveles de abstención, típicos de estos comicios en el país, y por la elevadísima proporción de electores que estarán confinados el día de la contienda electoral. La polarización de la campaña, la llamada al voto útil y la capacidad de movilización que se atribuye a los más de treinta debates celebrados en precampaña ciertamente ayudarán a moderar la abstención. Pero el confinamiento actuará en sentido contrario, dado que muchos electores, a pesar de poder hacerlo, no irán a votar por no estar físicamente bien o por miedo a contagios.

En síntesis, pocas certezas y seguramente alguna que otra sorpresa. Sobre lo que no hay duda es sobre la necesidad de negociar del vencedor, que tendrá que hablar tanto con sus socios naturales como con su principal adversario político. Es lo que va a dictar el resultado. Si no hay acuerdo, todo volverá a empezar, algo que el país no se merece y además no se puede permitir.