Cada vez las palabras valen menos

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Eduardo Parra

24 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes de que rematase el pretérito 2021, me interesé por las palabras que figuraban entre los afectos populares. Es una kermés simpática la de cada diciembre. Se ponen los profesionales del palabreo a buscar la palabra del año. Ya no recuerdo cuál fue la ganadora. Quizá vacuna. Todo un éxito. Las vacas, tan denostadas por el eficiente ministro Garzón, han obtenido su corona de laurel. Sin embargo, de las vacas solo nos acordamos cuando nos llueve la inteligencia (la del eximio ministro). Junto a ellas habrán tenido su espacio nombres francamente notables. Resiliencia, por ejemplo. Es una de esas voces obtusas que se ha creado para semejar que aguantamos lo que nos echen; pero, sobre todo, es una palabra para demostrar que no somos de la jerga vulgar del «en plan», «no te lo pierdas», «vale» y otras muchas expresiones que no escribo porque este artículo no va de lo mal que hablamos, sino de las banalidades que estamos dispuestos a desarrollar como seres civilizados. El verbo empoderar, por ejemplo, que aparece en todas partes. Y si eres feminista, más. Yo, que soy feminista, no lo utilizo porque me parece una creación vana. Alto. Me explico. Soy feminista porque he creído siempre, y lo he defendido con uñas y dientes, en la necesaria igualdad de oportunidades para los hombres y las mujeres. Ruego no confundan mi feminismo con la androfobia que expelen algunos miembros (el masculino genérico, por no marcado, incluye a los unos y a las otras, o al revés) de la izquierda radical: la extrema izquierda que forma parte del Gobierno de España pero que no se dice porque en España es bien sabido que solo existe la extrema derecha, obviamente. No me distraigo. Tengo más palabras para hoy. Implementar, es otro de los verbos que deben figurar en la nómina de los no deseados. Inclusividad o perspectiva de género, sintagmas extenuantes. Transversalidad, que en realidad quiere decir que se está en todas partes o en ninguna. El lenguaje no crea la realidad. Pero en cierta forma la va reinventando a su manera. Por ellos sabemos que España en general, y Galicia en particular, no está pasando por su mejor momento retórico.

El discurso vacío todo lo invade. No voy a poner nombres de profesionales de la política. No lo haré, prometo. Pero invito a que usted lo haga, en su reflexión posterior a esta lectura. Se ha hecho de la consigna el motor de nuestro presente. El mensaje, cuanto más vacuo, mejor. Y las palabras, si pertenecen al orbe de lo políticamente correcto, resultan más usadas (o perpetradas). Por eso se me ha ido la cabeza en este artículo a la virtud esa de la resiliencia, que nadie sabía lo que era hasta hace unos años. Resilienciémonos, pues, que buena falta nos hace. Punto. Final. Otro día les hablaré de sororidad, estereotipos, disrupción y otras narrativas.