«La playa de todos, mis perros y mi ombligo»

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OPINIÓN

ELOY ALONSO

25 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La playa de todos, mis perros y mi ombligo

Estamos en una maravillosa tarde de enero que nos permite un paseo por la playa a quienes tenemos la fortuna de vivir cerca del mar. Este mismo pensamiento lo tuvimos varios grupos de personas: familias, pandillas, parejas... y gente con perros. La mayoría de estos últimos cuidando de que su o sus canes no molesten a nadie, llevándolos atados, excepto cuatro jóvenes veinteañeros con tres perros grandes que corrían sueltos y con entusiasmo bien lejos de sus dueños.

Algunos papás les dan la mano a sus hijas pequeñas, otra mamá coge en brazos a su hijo, otras personas miran resignadas a estos jóvenes que dan rienda suelta a sus perros en «la playa de todos», y hay quienes deciden irse.

Se nos ocurre explicarles a estos jóvenes que la playa es para el disfrute de todos y que, además, existe una normativa con prohibición expresa en cuanto a los perros en ese arenal. Sintieron que estábamos vulnerando su derecho a hacer lo que les da la gana y desplegaron todas sus armas argumentativas, haciendo alarde de ese cóctel social hacia el que nos dirigimos sin remedio: un chorro de individualismo, otro de mi ombligo es lo primero, una cucharada de precariedad, unas gotas de no pienso en los demás y absoluta falta de empatía, un chorrito de desprestigio de las normas y, sobre todo, un buen puñado de no tolero la frustración y ataco. Una vez agitado, se autosirve en copa grande, tamaño trofeo, y se adorna con unas hojas de la agresividad que retroalimenta a estos chicos y chicas de hoy que «hablan mucho, escuchan poco y piensan nada», y que más pronto que tarde serán personas adultas y ejemplo de la siguiente generación.

Me remito a Mafalda: «Paren el mundo, que yo me bajo». Yolanda Gómez Bombín. Noia.

¡Que vienen los rusos!

Carlos XII de Suecia, Napoleón y Hitler son tres ejemplos que fracasaron en sus respectivos intentos de ganarle un pulso a la Madre Rusia. El mundo está en ascuas ante la perspectiva de una invasión rusa a Ucrania. ¿Quién no recuerda la crisis de los misiles, cuando EE.UU. descubrió que en suelo cubano había silos nucleares soviéticos, a menos de 700 kilómetros de Florida. Hoy en día, a los rusos menuda gracia les hace que la OTAN instale misiles en Ucrania, sabiendo que ellos son la diana. Ningún país europeo, tampoco los norteamericanos, van a permitir que sus soldados pisen suelo ucraniano y los noticiarios abran con la imagen de ataúdes cubiertos con la bandera nacional. Vladimir cuenta además con el arma más poderosa, el gas; sin ir más lejos, Alemania da prioridad a que su población no pase frío antes que sancionar a los rusos. Y ojo, que Vladimir Vladimirovich Putin sabe perfectamente cómo jugar sus cartas y su pareja es un tal Xi Jinping. ¿Va de farol? F. J. Sáenz Martínez. Lasarte.