«Feitiço» luso, fetiche europeo

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EUROPA NOSTRA

OPINIÓN

Robert Ghement

21 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Me crucé en Zaventem con un colega que iba a Lisboa. Era uno de esos hombres de negro. Gran rapaz, excelente profesional. Al poco me topé en Lisboa con hombres de gris, que controlaban lo impuesto por los de negro. Me vi en la obligación de defender a Portugal: le estaban exigiendo más de lo que establecían las normas de la Unión, mientras callaban ante estados que no cumplían lo mínimo establecido, pongamos sobre ventanilla única —busquen European Point of Single Contact—. Esto es actuar ultra vires, más allá del mandato jurídico, es antieuropeo. Claro, como eres español, me contestaron en un aparte.

El gólem de Bruselas es humano, yerra. Años ha se autoconvenció de que la economía española es un continuo lastre para Europa a causa de su pésima legislación. Hasta lo escriben al evaluar los planes nacionales de reforma: España no tiene unidad de mercado, España padece demasiada temporalidad laboral, España…

La Comisión Europea —órgano ejecutivo de la UE— dispone de menos funcionarios que Asturias, aunque estén motivados cobrando lo suyo y retirándose a los 60 con pensiones que quintuplican las españolas. La Comisión subcontrata informes y papeles entre consultoras y oscuros gurús. Su superioridad es su independencia, su genuina colegialidad y su lejanía, eso que Nietzsche decía del «pathos de la distancia».

Todo esto viene a cuento de la matraca de la reforma laboral. Llevamos 40 años reformando el Estatuto de los Trabajadores y lo mismo siendo subcampeones del paro y la precariedad en Europa.

Quién se acuerda de Rafael Calvo Ortega, el ministro de UCD que lo gestó, hombre tan docto y honrado que nuestro sabio pueblo lo ignoró durante los 90, al presentarse por el CDS.

Y es que ninguna economía es competitiva por decreto. Lo es por la physis económica, por lo que denominamos «ley» de la oferta y la demanda en un espacio económico abierto, como es el mercado interior y la propia economía europea, franca ante el mundo por una densa red de tratados. Recordemos que la CEE bregó por incorporar a la República Popular China y a otras «democracias» a la OMC.

Así que la reforma laboral es un feitiço, un fetiche. Solo servirá para cubrir el expediente de las transferencias bruselenses. Con ella seguiremos siendo subcampeones del paro y la precariedad. Con ella no convergeremos en bienestar. Lo siento, es la dura verdad. ¿Queremos buenos empleos? Inviertan más en educación, pero sobre todo mejor, monitorizando sus resultados en matemáticas y ciencias, para luego compararlos fuera. No hace falta que nos lo digan desde Bruselas, aunque a veces lo subrayen sin condicionar los fondos europeos.