Mercadona, los salarios y la inflación

Fernando Salgado
fernando salgado LA QUILLA

OPINIÓN

18 ene 2022 . Actualizado a las 08:54 h.

Los salarios de los 93.300 empleados de Mercadona subieron desde enero un 6,5 %. Tanto como aumentó el IPC y el doble de la inflación media registrada el año pasado. La plantilla de la compañía mantiene, por tanto, su poder adquisitivo. La decisión, en un contexto de inflación desbocada, constituye un caso singular: a contracorriente de la posición mayoritaria del mundo empresarial y de la moderación que aconsejan los responsables económicos. Una herejía digna de estudio, porque niega una máxima bien asentada en los manuales canónicos de economía: cuando los salarios intentan atrapar a un IPC en alza, los costes laborales se disparan, los precios cobran nuevo impulso —el temible «efecto segunda ronda», que dicen los expertos— y se desata una espiral inflacionista.

Unas palabras sobre el contexto. Primera evidencia: el alza de los precios, especialmente en los últimos meses del año pasado, está drenando con fuerza el poder adquisitivo de los sueldos. La dentellada a los salarios reales llega precedida de una serie de mordiscos registrada desde el inicio de la Gran Recesión. Entre el 2007 y el 2020, los precios estuvieron contenidos: crecieron un 20,3 % en trece años. Los salarios, sin embargo, crecieron la mitad: un 10,2 % en el período. Pero lo que entonces era un goteo, año a año, se ha convertido ahora en una sangría a chorros.

Segunda evidencia: los salarios no tienen arte ni parte en el rebrote de la inflación. Las subidas retributivas pactadas en convenio hasta diciembre no alcanzan el 1,5 % de media. Búsquense, pues, culpables en otras partes: en el aluvión de ahorro embalsado, los estímulos monetarios, los precios de la energía o la crisis de suministros.

El problema viene ahora. Los trabajadores quieren frenar la hemorragia y recuperar el botín que les arrebató la inflación. Las cláusulas de garantía que vinculaban el salario a la evolución del IPC han desaparecido de la mayoría de los convenios. Las empresas no quieren o no pueden incrementar en demasía sus costes laborales. Y los gobiernos e instituciones públicas, en la más pura ortodoxia económica, advierten del peligro que conllevan las demandas sindicales: si las subidas salariales crecen más que la productividad, la espiral inflacionista está servida.

En este contexto, Mercadona es una rara avis. Se pavonea de pagar mejor que nadie a sus empleados y se compromete a mantenerles su poder adquisitivo. La última subida elevará en 200 millones de euros sus gastos de personal, unos 3.300 millones en la actualidad. Difícilmente podrá trasladar el mayor coste a precios, porque existe fuerte competencia en el sector. Las grandes superficies englobadas en Anged, con unos 220.000 empleados, pactaron subidas de entre el 0 % y el 2 %: deberían ganar capacidad competitiva frente a su rival.

Ya veremos, pero en el pasado Mercadona ganó la apuesta: amplió su cuota de mercado y factura más que nadie. Su presidente, Juan Roig, dijo hace años: «Soy uno de los más ricos de este país y cuanto más doy, más tengo».

Un caso digno de estudio.