Boris, Andrés y la hipocresía

Yashmina Shawki
yashmina shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

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16 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Se sienten muy diferentes al resto de los europeos. Su carácter isleño y su feroz defensa de su idiosincrasia se trasluce hasta en los elementos más básicos de la vida cotidiana: desde conducir por la izquierda hasta la pervivencia de su peculiar sistema de medidas. La ritualización de costumbres como el té de la tarde o acudir al pub para beber litros y más litros de cerveza en pocas horas marcan el comportamiento de un pueblo que, por lo demás, no practica demasiado la socialización. La cortés frialdad de su carácter y el educado distanciamiento no son un mito sino cualidades que, en tiempos tan extraños como los que vivimos debido a la pandemia, hasta parecen recomendables. 

Sin embargo, su capa de hielo esconde fuertes corrientes de lava bajo la superficie. El comedimiento y restricción aparentes ocultan el deseo de desbocarse. Y no solo se trata de los jóvenes que acuden en masa a nuestras costas mediterráneas para pasar una semana desenfrenada de alcohol y sexo. También en las cocinas de la pérfida Albión se cuecen habas y no muy fáciles de digerir. La doble moral por la que el Gobierno de Boris Johnson exigía el mantenimiento de la distancia social mientras organizaba fiestas en el 10 de Downing Street ha sacado de quicio a todos los británicos, sobre todo, a los miembros de su propio partido conservador. Johnson se resiste a dimitir. Comprensible que no quiera pasar a la historia como el primer ministro que tuvo que marcharse tras una fiesta en el jardín. Pero no parece probable que pueda aguantar toda la legislatura sin un golpe de efecto mejor que el brexit, por otra parte, ya no tan popular.

Entre tanto, en Buckingham, con la anciana y estoica reina a punto de celebrar su jubileo de platino por sus 70 años en el trono, no les ha quedado otra que despojar de todos sus títulos, salvo el de ser hijo de Isabel II, al díscolo Andrés, acusado de abusar, hace dos décadas, de una menor. Más que diferencia, se trasluce un culto a la hipocresía, algo de lo que, desde luego, queremos distanciarnos.