La nueva guerra que vamos a perder

OPINIÓN

ALEXEI NIKOLSKY / SPUTNIK / KREM

15 ene 2022 . Actualizado a las 10:15 h.

La única guerra que ganó la OTAN —hablando de memoria y sin preguntarle a Google— fue contra Serbia, en la que fuimos a defender la estúpida creación del estado de Kosovo, contraviniendo todos los principios territoriales de la propia OTAN, y abriendo una espita que, si las guerras de hoy no fuesen tan caras, incluso para quien las gana, podría meternos de bruces —con los mismos argumentos que la Primera— en la tercera guerra mundial. Todas las demás refriegas, con independencia de que pelee la OTAN como tal, o la U.S. Army en nombre de todos, o la atrabiliaria coalición de las Isla Terceira, o las alianzas internacionales patrocinadas por la ONU —en las que EE.UU. pone los combatientes y la logística, mientras los aliados ponen los gastadores que asisten a los desfiles para tremolar sus banderas—, fueron perfectos fracasos.

La razón está en que, aunque sigue siendo cierto que los EE.UU. pueden ganar un conflicto total —siempre que estén dispuestos a hacer el desfile de la victoria entre las ruinas humeantes de la Quinta Avenida de Nueva York—, la Alianza Atlántica ya no tiene soldados ni ciudadanos dispuestos a morir, ni políticos dispuestos a declarar guerras, ni medios de comunicación preparados para hacer propaganda militar, ni opiniones públicas dispuestas a comulgar con ruedas de molino. Y, puesto que Rusia tiene todo eso que nosotros no tenemos, es evidente que, mientras nos movamos en el marco de un conflicto controlable, el ejército de Putin es el único que puede campar a sus anchas por las reservas estratégicas de Europa, para crear esas tierras de nadie que protejan la reconstrucción de la URSS.2 que ya asoma detrás de los Urales.

Desde que Rusia hizo los ensayos de Chechenia y Crimea, la OTAN sabe que solo puede ganar los pulsos dialécticos que Putin le ceda a cambio de actuar como un sátrapa en el ancho territorio de lo que fue la URSS. Porque un conflicto tradicional no está a nuestro alcance, y una guerra total nos llevaría a todos por delante. Por eso Europa ha arrendado a Biden no solo nuestra defensa, sino también las conversaciones de desagüe que América administra a su antojo y sin presencia de las autoridades europeas, que, hablando de USA, siempre están conformes con todo y con lo contrario de todo.

Por eso es perfectamente predecible que vamos a ceder otra vez ante Putin, frenando los pulsos de la OTAN, y poniendo a Ucrania a los pies de los caballos, sin más contrapartida que la de poder vender nuestras sucesivas derrotas como heroicos episodios de defensa de la democracia, el feminismo y la economía liberal.

De momento podemos hacerle un caño a Putin y tirar palante. Pero si Europa no se toma en serio su política exterior y su defensa, y sigue con sus 27 chiringuitos militares y diplomáticos, protegidos por el primo de Zumosol, puede llegar el día en que el molesto vecino del Este, dueño de tantas energías y materiales que necesitamos, resucite a placer la guerra fría, cuyo coste pagaríamos nosotros en todas las vertientes.