Mi esposa:el dolor del alma puede ser mortal

Cartas al director
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OPINIÓN

Ana Garcia

15 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El alma duele 

Conozco a mi esposa desde el siglo pasado. Ya entonces sabía que sufría una dura enfermedad; le dolía el alma. Desde que nos enamoramos he procurado cuidarla. He hecho lo posible para ayudarle a salir del pozo en que estaba encerrada. A base de medicación y sobre todo cariño constante ha logrado ir saliendo peldaño a peldaño. Estoy muy orgulloso de ella. Pero en septiembre del 2020 la escalera se rompió y cayó incluso más abajo. No voy a contar lo que esto supuso. Los que conocen la depresión se lo imaginan. Por supuesto, pedimos ayuda al Sergas en nuestro centro de salud. La cita más cercana era para dentro de seis meses. ¿Puede un paciente esperar seis meses con un hueso roto? Pues a veces el alma también se rompe. No quedó otra solución que buscar ayuda por otro lado. Pagando. No volvimos a saber del Sergas. Tal vez estaban esperando a que la lista de espera se vaciase sola por iniciativa de los pacientes. Con los enfermos de salud mental no es tan raro. Pero ¡oh milagro! Por fin para el 26 de noviembre del 2021 hay una cita. Pero con el INSS. Ese día, un portento de señor que lo mismo podía ser un psiquiatra que el técnico de informática (ni se presentó) en solo diez minutos y con siete preguntas fue capaz de darse cuenta de que mi mujer estaba perfectamente curada y apta para trabajar. Es una vergüenza que ese hombre no esté propuesto para el Nobel de Medicina. Lo haría yo, pero como digo, no sé ni su nombre. A día de hoy sigo custodiando y dosificando la medicación a mi esposa para evitar que haga una «macedonia». Y con la impagable ayuda de nuestros amigos procuramos que nunca esté sola porque a veces, las ventanas la llaman. Porque ¿saben una cosa, señores administradores de la salud pública? El alma duele. Y a veces es mortal. Jesús M. Arnoso Barro. A Coruña.

 Compro y existo

Soy alumna de 4º de la ESO. Pienso que poseer ha sido primordial para el ser humano y no es casualidad que quienes tienen y han tenido más, controlen a grandes masas. Nos hacen creer que el hecho de adquirir un bien material va a suplir la necesidad de amor, cariño, aceptación, prestigio, autoridad... Debido a las nuevas estrategias de márketing en las redes sociales estamos rodeados de consumismo. Por ejemplo, para pertenecer a un grupo y sentirnos integrados en la sociedad, todos los adolescentes, y los que no lo son tanto, compramos cada cierto tiempo un teléfono móvil. La obsolescencia programada nos obliga a entrar en un ciclo de consumo y desperdicio. La famosa cita «Pienso, luego existo» se nos ha quedado un poco antigua y, en este mundo donde el dinero es lo primero, ha sido sustituida por «compro, luego existo». Inés Lorenzo González. Ourense.