Es una persona culta

Javier Martínez Pérez-Mendaña MIEMBRO NUMERARIO DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE GALICIA Y MIEMBRO DE LA COMISIÓN DEONTOLÓGICA Y DE ÉTICA DEL COLEGIO MÉDICO DE A CORUÑA

OPINIÓN

LOREN ELLIOTT | Reuters

11 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Novak Djokovic empezó a jugar al tenis a la edad de cuatro años y su carrera internacional a los 14, ganando campeonatos en Europa, tanto en individuales como en dobles. Es miembro del club de la Champions por la paz, organización a la que pertenecen atletas de élite comprometidos a servir a la paz a través del deporte.

En el 2011, en Belgrado, le fue concedida la Orden de San Sava de clase I, la más alta condecoración de la Iglesia ortodoxa serbia, por haber demostrado su amor por prestar asistencia caritativa a la población serbia, iglesias y monasterios, además de defender y promocionar los derechos de los niños. Está casado, tiene dos hijos, estudia piano y le preocupa mucho la contaminación ambiental.

Hasta ayer se encontraba retenido en Melbourne al querer entrar en el país sin estar vacunado contra el covid. El juez ordenó su liberación, pero el Ministerio de Inmigración estudia usar sus poderes especiales para deportar al tenista.

El problema no solo es que el no vacunado enferme, sino que es fuente de propagación de la enfermedad, por lo que desde el punto de vista moral se le puede responsabilizar no solo del contagio, sino de la muerte de otras personas.

Resulta difícil comprender que una persona culta, que viajó muchísimo, que ha dado ejemplo de vida no solo en el deporte sino también en multitud de tareas humanitarias, esté en semejante trance cuando se considera las vacunas el avance científico sanitario más importante de la historia de la humanidad.

Gracias a la vacunación propiciada por Balmis y Salvani, y con la colaboración de María Zendal, la expedición que partió de A Coruña en 1803 logró frenar la gran pandemia de viruela que asoló a una buena parte de América y que se extendió a Filipinas. Sin embargo, la pandemia de gripe que asoló al mundo en 1919, para la que no se dispuso de vacunas, produjo entre 50 y 100 millones de muertos.