La vertiginosa degradación de Podemos

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

XOAN CARLOS GIL

07 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La soberbia autocomplaciente del movimiento podemita no se corresponde en absoluto con lo que, sin exageraciones, debe calificarse como la vertiginosa degradación de una fuerza que se ha convertido en tiempo récord en todo lo contrario de lo que decía representar cuando surgió con la arrogancia de los supuestamente puros en una política a la que acusaba de todos los males de este mundo.

Nada mejor para expresar aquella aparición, aquel descendimiento de los cielos de la superioridad moral a la inmundicia de la tierra, que el pasaje bíblico de la expulsión de los mercaderes del templo. Jesús lo hizo a latigazos del de Herodes, del mismo modo que Podemos (y perdonen la comparación) proclamó que entraba en la política para acabar con la casta, es decir —según el iluminado Pablo Iglesias— con la corrupción de los partidos tradicionales, su nepotismo, su autoritarismo interno y componendas.

Aunque ya entonces, viendo el tipo de personas que se unían a la cruzada, era fácil prever cómo iba a terminar tan petulante aventura, fuimos pocos los que nos atrevimos a pronosticar que los del látigo no iban a acabar como Jesús (clavados en una cruz), sino de otro modo muy distinto: imitando a paso de gigante a aquellos a los que criticaban.

Estos días hemos tenido varias muestras de cómo se las gastan los que pasaron en un abrir y cerrar de ojos del pisito al chaletazo, de criticar el Ibex 35 a no pagar la Seguridad Social a un empleado, de denunciar la corrupción a vivir de una beca sin dar un palo al agua o de hablar de nuestro escandaloso fraude fiscal (lo que es verdad) a defraudar sin la más mínima vergüenza.

Veamos: Irene Montero no piensa dar cuenta alguna al parecer de las acusaciones, basadas en cifras que figuran en documentos oficiales, de que ha multiplicado ¡por cien! su patrimonio desde que entró a defender los interés de la gente y, por lo que se ve, también los suyos. Muy por el contrario, lo que ha hecho es retirar de inmediato su declaración de bienes de la web de Podemos, lo que constituye toda una declaración de sus futuras intenciones. El caso del ministro Garzón, un comunista previo al eurocomunismo y, si me apuran, previo incluso a la desestalinización, no es menos llamativo. Conocido solo por sus inmensas meteduras de pata (la última realmente clamorosa), se agarra al sillón como una lapa sabiendo que el presidente del Gobierno, que solo lo nombró formalmente, tendrá que pagar un alto precio si lo cesa. Pero el caso más notorio es el de la vicepresidenta segunda, cuyo nombramiento como heredera del líder de la cosa tiene su precedente más exacto en los dedazos de los presidentes mexicanos del PRI para designar a sus sucesores.

Digámoslo, pues, con toda claridad. Lejos de cambiarla, Podemos ha elevado al paroxismo una tendencia presente en mayor o menor grado en todos los partidos: el proceso de selección inversa de las élites, en virtud del cual se deciden a vivir de la política muchos de quienes jamás podrían hacerlo igual en otro sitio.